En los inicios del carnaval se daba más importancia al cargamento
Por: Jorge Llanque Ferrufino - Licenciado, Magister en
Ciencias Sociales, Coordinador Proyecto Qamiris Aymaras PIEB-CEPA, Director
Carrera de Antropología – UTO / Este articulo aarecio publicado en el periódico
La Razon de Oruro el 5 de marzo de 2011.
El carnaval de Oruro es
un filón inagotable de anécdotas, experiencias e interpretaciones que se hallan
imbricadas a lo largo del paso de la historia, no es sino la historia (en su
carácter polifónico) la que ha permitido precisamente conformar el Carnaval
desde su visión actual (sacralizado) que hoy reafirma. Sin embargo para
nosotros, ese carácter polifónico, puede identificarse desde otra perspectiva
de análisis. La propuesta del presente artículo, versa precisamente en la
importancia que se otorgaba en el primigenio carnaval al cargamento, como una
forma de identificar una lógica andina de festejo relacionado con la
producción, e ahí precisamente el elemento que nosotros consideramos
determinante y el que permitió la persistencia del antiguo carnaval del pueblo
y lo que ha permitido conformarse en lo que es ahora (que es motivo de otro
artículo, por el carácter posmoderno que asume).
Efectivamente, es conocido el hecho de que en los
inicios del carnaval se daba más importancia al cargamento (ése es un culto al
cargamento, a la producción), diversos autores han versado sobre esta
importancia.
Recibida la tinca el día viernes anterior al
carnaval, se reúnen el sábado en la mañana tanto los presuntos y futuros
diablos cuanto los mayordomos de la fiesta de la Virgen, que, generalmente son
8 o 10 vecinos del pueblo, acomodados y pudientes, que corren con todos los
gastos de la comida y de la bebida y, sobre todo, de preparar la vajilla
infernal, consistente en 70 u 80 mulas aparejadas, cargadas de equipajes, sobre
las cuales se ostenta con una profusión asombrosa y digna de llamar la
atención, un respetable caudal de prendas de oro y plata labrada, tales como
faluchos, monedas selladas, soperas, azafates, fuentes, teteras, calderas,
cucharas y hasta bacines. Todos estos útiles de plata que demuestran la riqueza
relativa, pero oculta de un pueblo de obreros. (Zaconeta, 1970: 85).
Es decir en la primigenia forma del carnaval del
pueblo, la importancia es a los cargamentos, pero cargamentos creados por
comerciantes andinos (es obvio suponer que la relación entre los mineros y los
comerciantes de productos tales como la coca y vituallas, era importante, es el
caso de la llamada pulpería, una institución casi tan antigua como la minería
colonial), asumir que el padrinazgo de los cargamentos debe ser realizado por
un rico comerciante andino, es decir un qamiri, era precisamente la forma
andina de "pasar la fiesta, la obligación y el respeto social" a
aquellos que tenían mayores beneficios, pero que también eran redistribuidores.
La importancia del metal en este sentido, es un reflejo de la época. Tanto
mineros como comerciantes en el contexto colonial, sólo podían demostrar la
profusión de riquezas mediante el mineral (por excelencia referente de riqueza
mundana en los andes mineros).
La importancia de la producción también se refleja
en la relación entre los mineros y sus patrones, por ello asumimos que el
festejo del carnaval se halla vinculado a la producción.
Aparte de las economías y ahorros para disfraz, se
preocupan los mineros de encontrar y adquirir uno o dos buenos
"toros", pero no vaya a creerse que de los cuadrúpedos, no. Los
"toros", son los más hermosos grandes y finos trozos de mineral, que
encuentran los mineros en el cursos de sus labores y que los esconden y guardan
cuidadosamente dentro de la misma mina, no con el poco honrado fin de
apropiarse de ellos, sino con el de presentarlos al patrón o empresario como un
obsequio de carnaval, bajo la denominación de "achura" (bocado
exquisito) para recibir, en cambio, los obsequios de aquel, consistentes en
confites, pañuelos grandes de colores, buenas botellas de licores y un poco más
o un poco menos de dinero, según sea el "porte" o generosidad del
patrón o del gerente, bajo el nombre de "tinca" (gratificación o
premio). (Zaconeta, 1970:84).
Muchos elementos cuentan la mini-etnografía de
Zaconeta, que a pesar del tiempo nos refleja relaciones andinas de producción y
de festejo. Es, en este sentido que podemos comenzar hablando desde la lógica
simbólica de la producción en la actividad agrícola. Las más grandes papas se
llaman "llallaguas" y son entre factores positivos y negativos de
festejo en la producción. En el caso de Oruro, se los denomina Toros (una
referencia colonial), pero a pesar de su referencia de adoctrinamiento este
"Toro" es el reflejo de la Achura, erróneamente interpretado por
Zaconeta como "bocado exquisito". Si analizamos el término viene de
"Achu" que significa fruto de todas las cosas (Bertonio, 1879), en
este sentido el "Toro mineral" es el reflejo de la producción andina
del minero, producción que obviamente no se halla reflejado desde la lógica de
su propia pertenencia (es decir el detentador del mineral, el dueño del
mineral), ya que del término Achu, deriva precisamente el de
"Achurapitha" que significa "rentar, dar tanto del fruto".
(Bertonio, 1879).
La mina en este caso es un espacio donde se
reproducen relaciones "simbólicamente hablando" de minkha, -en Oruro
no había mita- pues el término parece reflejar esta relación, de ahí deviene
precisamente Minkatha iñachatha. Alquilar o servirle de cualquiera persona,
pagándola por su trabajo o por lo que le manda hacer. (Bertonio, 1879). Otra
derivación del término refiere precisamente el de Minkatisha: Alquilar para ti.
Pagar o alquilar a uno para que le favorezca con sus fuerzas. (Bertonio, 1879).
La achura es precisamente el fruto de una relación de trabajo que se basa en la
explotación del lugar pero, que ese lugar no es de uno propio (en este del Tío
- Supay simbólico y el patrón criollo o español), pero que el minero inmerso en
la lógica aymara ofrece una parte apetecible de su producción tanto al Tío (en
forma de ofrendas y otros) y al patrón colonial o criollo en la época de mayor
producción (el jallupacha).
La devolución simbólica de los "bocados más
exquisitos" entregados al mismo se reflejan en "…confites, pañuelos
grandes de colores, buenas botellas de licores y un poco más o un poco menos de
dinero" (Zaconeta, 1970). Es la forma de reciprocidad (aunque asimétrica,
pero lo que importa es el reflejo simbólico que encierra) de quienes han
conformado un pacto de unidad en el proceso de "producción"
(entendido desde la lógica andina, de lograr frutos de la tierra, aunque en
nuestra realidad es la explotación) de minerales, es una minka simbólica en la
mina en toda su esencia -hasta se puede hipotetizar con respecto al regalo de
los pañuelos, los antiguos diablos llevaban pañoletas, reflejo de su status y
preferencia por parte del patrón en función a otros que habían llevado una
menor achura, si traspasamos los tiempos, es sólo el reflejo de grandes
guerreros aymaras que se vanagloriaban cuando el Inca otorgaba una distinción
en su capac unancha (es decir su bandera andina) luego probar su destreza
militar, junto a su pueblo- la lógica andina solo ha sido revitalizada en el
nuevo contexto minero colonial.
¿Cuál es la importancia de esta interpretación? y
aquí precisamente radica la segunda parte de esta exposición, es porque
precisamente, nosotros podemos proponer que la lógica del carnaval de Oruro, se
halla conformado desde la lógica de la producción-feria-festejo planteada por
Yampara y otros. Como un elemento reflejo de la lógica andina prehispánica de
producción.
Basamos esta afirmación en el hecho de que Oruro
(Paria en este caso) era sede administrativa del Imperio inca. Paria el Centro
administrativo inca del Collasuyo, mientras el Lago Titicaca era la Pacarina de
los Incas, su lugar de origen. A Paria llegaban los tributos de la zona y otros
lugares, en este sentido Oruro, sobre todo Paria era una zona taypi
(intermedio, frontera, punto de unión) importante entre Orqosuyu y Omasuyu, del
antiguo imperio incaico. En este sentido Oruro o Paria era el centro
recaudador, pero también era el centro festejo… festejo de la recaudación del
mercado que se armaba, Paria tenía todas esas condiciones, pues en los andes,
ambos elementos se hallan íntimamente ligados y reflejan la lógica andina
productiva y de intercambio.
Recuerdo de esta práctica -la producción como
feria, como festejo- es precisamente la "fiesta de las ollas" o Manka
Fiesta que se realiza en la Quiaca (Argentina), donde "…vienen personas
del altiplano boliviano trayendo ollas, tinajas, platos de barro cocido y otro
objetos de alfarería, también llegan habitantes de la puna jujeña, con picotes,
chalonas, papas, chuño. Los pobladores de los valles vecinos traen frutas
disecadas, semillas, sombreros ovejones y canastos. Durante esta feria se
realiza el "trueque" de vasijas por productos agrícolas y artículos
de manufactura casera. Abunda la comida regional, música y bailes en típicas
carpas" (Amaru, 2009).
Entonces uno como tributario, llegaba hasta Paria,
dejaba su tributo, pero además podía intercambiar productos con otros
tributarios o quizás en el mismo sector del tributo (ésta es una hipótesis
propositiva sujeta a confirmación) y hacia fiesta por lo conseguido, uno se
llevaba los productos, reforzaba lazos sociales, incluso el señor tributario
del imperio inca, de igual manera festejaba con uno, porque era una forma de
reflejar la obligación social de reciprocidad y tributación entre un nosotros
que éramos considerados jaqi (personas) en toda su integridad. Aun ahora
participar -en el caso nuestro como jurados- en los festivales de danza y
música en el Municipio de Soracachi, es una muestra de la gran diversidad de
grupos culturales que conforman a la zona del extinto centro administrativo
incaico, sus danzas y sus diferentes manifestaciones, nos muestran precisamente
la diversidad étnica que tiene Paria en su proceso formativo. Volviendo al tema
ese era el festejo por la producción como un elemento determinante de la
importancia de Paria y de Oruro en esos pretéritos tiempos.
Cuando Paria -el centro administrativo inca- es
abandonado o destruido -el tiempo y la investigación arqueológica nos los dirá-
el espacio irradiador del mercado se traslada cerca a las minas de Oruro, En la
época colonial, las populosas zonas del mercado eran la representación
simbólica del antiguo centro incaico, incluso el de la Ranchería, ante la falta
del centro administrativo, el eje de poder simbólico se volcó a las minas donde
se reconstituyó y se fortaleció con el culto a la Virgen y al Tío. (Un tributo
simbólico a la ñusta inca, aunque en realidad parece ser una diosa femenina uru
del agua y al viejo Dios Huari representante de la antigua humanidad, derrotado
simbólicamente por los incas hasta en la leyenda que circula en Oruro).
Por ello uno se pregunta entonces ¿Por qué sino
los primeros grupos son los diablos (mineros), morenos (comerciantes de hojas
de coca y otros), chunchus (en la época republicana, veleros, aunque quizás
podamos considerarlos como los pueblos del umasuyu de los tributarios de
Cochabamba y otros sectores) sino es para enviar su tributo, pero en los andes,
como dijimos el tributo era reflejo de producción, el tributo debía ser
mostrado para generar un prestigio frente a los otros grupos, pero también permitía
a uno establecer relaciones de reciprocidad e intercambio y luego
posteriormente festejo, es la lógica y el reflejo del antiguo carnaval, antes
del proceso de transformación que originaron los orureños a lo largo de los
años. En relación a los caporales y otros, son sujetos sociales insertos bajo
lógicas posteriores a las planteadas en esta propuesta.
No en vano Alberto Guerra menciona "… el
carnaval orureño ya sea por algún factor concomitante o por simple
coincidencia, tiene también su origen en el cristianismo y nació precisamente
para honrar a la milagrosa Virgen de la Candelaria, pero en él juegan otros
factores como la leyenda y la historia que le dan una característica tan
peculiar, que sus manifestaciones no tienen parangón, por lo que se sabe, en
ningún punto del mundo entero. (Guerra, 1970: 9).
MI OPINIÓN. El carnaval de Oruro -entre una de sus
primeras manifestaciones- se halla fuertemente imbricada a la lógica de la
producción-feria-festejo andina, pero esta lógica ha sido mimetizada por voces
univocales de interpretación de esta festividad. Falta estudiar el impactante
mundo minero y su relación con las lógicas andinas, referente al Carnaval y la
propia historia. Por lo que es necesario continuar trabajando en la temática,
para otorgar otros elementos de análisis. Precisamente por ello, el Carnaval de
Oruro, tiene sus propias peculiaridades y diversas fuentes en las cuales se
mantiene y se revitaliza, por lo que no asume un sólo carácter univocal, sino
al contrario, las diferentes vetas de las que forman su filón son las que nos
llevan a festejar este acontecimiento como un reflejo de diferentes tipos de
abuelos/as, que vivieron en la alta tierra de los Urus. Negar nuestras
historias, es negarnos a nosotros mismos.
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