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En la ciudad de Sucre, una tarde de
los inicios de abril del año 2007, Amadeus Mozart era el causante de
la música de sobremesa en un predio de “La Florida”, mientras en el patio
campestre, una embrionaria brisa otoñal mecía la fronda de un sauce llorón al
compás de aquella límpida y peregrina armonía. Armonía que, al parecer,
purificaba de a poco las raíces, el tronco y el ramaje de aquel piadoso árbol
contagiado de insondables ansiedades humanas, hasta colmarle de una paz
cadenciosa y bendita. Pocos metros más abajo, siguiendo el
itinerario del río, la otrora majestuosa mansión del presidente Aniceto Arce,
como el recuerdo ominoso de su ex propietario, continuaba fatídicamente
convirtiéndose en polvo de partícula en partícula.
Dentro del pequeño
fundo, el Dr. Horacio Torres Guzmán, ameno y solícito anfitrión del
Gato, a pesar de la diferencia de edades e ideologías, dormitaba nostálgico en
un sillón apostado en el único ángulo de su asoleado y acogedor recibidor; entretanto,
su huésped, confortablemente sentado y paladeando de tanto en tanto una
aromática y balsámica infusión, examinaba con lupa una añosa y ambarina
fotografía del Gral. Rufino Carrasco, héroe ignorado de la Batalla de
Tambillo librada en diciembre de 1879.
El aludido
retrato, revelaba a un oficial maduro con la faz delineada por atributos más
autóctonos que mestizos, y en cuya mirada de cazador, chispeaban la perspicacia
y la bravura con cierto atavismo asiático realzado pintorescamente por su
enrarecido bigote. El Gato, también percibió conmovido que Carrasco, pese a su
ruinoso y deshilado uniforme militar y, a sus humildes y ajadas botas, lucía
con desenfado una prestancia tan varonil y digna, que en ese instante supo que
el aplomo y la gallardía brotan del espíritu enaltecido y no así de los ropajes.
De acuerdo
al parte oficial de guerra redactado en Toconao por Rufino Carrasco en
diciembre de 1879, así como a otros documentos militares, el Escuadrón Francotiradores estaba conformado
por 70 varones, la mayoría de ellos oficiales y suboficiales
chicheños bravíos.Los Francotiradores fueron la magnífica e
invencible vanguardia de la errática y fantasmagórica Quinta. División. Éste
épico escuadrón comandado valiente y sagazmente por el entonces Coronel Rufino
Carrasco, el 6 de diciembre de 1879, en el desfiladero de Tambillo,
venció en tan sólo 15 minutos de combate a un cuerpo militar chileno bien
pertrechado y atrincherado denominado los Cazadores del Desierto,
causándole varios muertos y heridos, aparte de capturarle 11 prisioneros. En su
precipitada fuga, las fuerzas chilenas dejaron en poder del temerario escuadrón
boliviano 18 rifles Winchester, 14 espadas, 16 bestias e incontables monturas,
correajes y municiones. Pese a los harapos, a la sed, el hambre, el cansancio y
a la traición de Narciso Campero, Comandante General de la 5ta.
División, losFrancotiradores supieron cumplir pundonorosamente con su
patria.
Luego
de esta inigualada victoria de nuestras armas en la infausta Guerra del
Pacífico de 1879, Rufino Carrasco, después de haber sido abandonado a su
suerte en el desierto por sus superiores junto a sus soldados, execrablemente
fue apresado y vejado en la ciudad de Potosí por mandato del afrancesado Gral.
Narciso Campero, que ambicionaba inescrupulosamente la primera magistratura del
país. Después, sobrevino la conspiración del silencio impuesta por aquellos
ruines que enajenaron el mar boliviano, intentando suprimir su legendario
nombre de la ilustre genealogía de nuestros héroes.
Para
el Gato, el verdadero héroe en una cultura de la solidaridad como la nuestra,
no lucha por sí mismo, sino por los paradigmas e intereses colectivos. El héroe
no es aquel fornido guerrero empachado de testosterona que usurpa e impone “su
justicia” a los demás hombres y pueblos del mundo en base a la violencia
fratricida, como el mitológico Aquiles en Troya, Rambo en Irak o Afganistán, o
Arnold Schwarzenegger que violenta y aliena las mentes de los niños y jóvenes
con sus desquiciantes películas. Héroe no fue, no es, ni puede ser un
conquistador, un semidios o un atleta. Héroe es el guardián de los suyos y el
abnegado defensor de su heredad, como lo fueron en su momento Héctor de Troya,
Abaroa en el Topater, los humildes trabajadores de Fukushima que, a riesgo de
sus vidas por la radiactividad, y reviviendo el proverbial yamato-damashii (espíritu
japonés), en estos días intentan proteger a su patria controlando los
cuatro reactores nucleares que intimidan con una catástrofe nuclear al Japón y
quién sabe al mundo y, por supuesto, Rufino Carrasco y sus homéricosFrancotiradores,
esforzados héroes de la batalla de Tambillo.
A
juzgar por su fama y sus acciones, Rufino Carrasco no fue uno de esos
indigestos militares que presumían de sus hombradas en salones y tabernas, así
como del brillo de sus extravagantes atavíos, fue tan sólo un sacrificado y
bizarro comandante al servicio de Bolivia que, sí viviese hoy, por ejemplo: con
seguridad nunca hubiese sustraído los misiles de su ejército para entregarlos
tramposamente a una Misión Militar de los EE.UU., a modo de un furtivo “aporte
a la paz mundial”, como aconteció el 2 de octubre del año 2005.
Siempre
observando la fotografía, y a propósito de la Guerra del Pacífico, el
Gato retrotrajo que, en 1972, el gobierno de Hugo Banzer, desestimó
malintencionadamente el honrado ofrecimiento del presidente chileno Salvador
Allende para restablecer relaciones diplomáticas e iniciar negociaciones que
pudiesen encausar el retorno soberano de Bolivia al Pacífico, sin
compensaciones territoriales ni económicas. Años mas tarde, en 1975, Banzer
protagonizó con Augusto Pinochet el desvergonzado “Abrazo de Charaña”, mediante
el cual se reiniciaron relaciones diplomáticas entre los Estados boliviano y
chileno, a más de pactar el acceso de Bolivia a una irrisoria costa entre Arica
y la frontera con el Perú, a cambio de ceder a Chile las riquísimas zonas
mineras de Nor Lípez, donde milenariamente vegetan yacimientos de litio y otros
minerales estratégicos para el acrecentamiento nacional. El Gato, recordó que
la valerosa oposición de las organizaciones sociales patrias, a las que se
agregó la airada reclamación del gobierno peruano, truncaron el desleal y
leonino contubernio.
El referido
retrato de Rufino Carrasco, sumado a otros documentos a los que se añadieron
las remembranzas históricas de mi felino acompañante, me impelieron a reseñar
concisamente lo que a continuación prosigue para discernimiento y memoria de
las nuevas generaciones.
Desde tiempo
atrás, y aún hoy, son muchos los escritores peruanos, chilenos y bolivianos que
discuten sobre las genuinas motivaciones de la Guerra del Pacífico de
1879. Entre los peruanos, Paz Soldán sostiene puerilmente que Chile ingresó a
la guerra exigido por su álgida situación económica debido a los elevados
intereses de su deuda externa; adicionando que la otra causa fue la firma delTratado
Secreto y Defensivo de 1873 entre Bolivia y Perú. De otro lado,
Carlos Wiese arguye trivialmente que la causa principal de la guerra fue la
negativa peruana de declararse neutral en el conflicto boliviano y chileno, a
esta desacertada opinión se adscriben varios historiadores peruanos. En cambio,
Carlos Mariátegui, refiriéndose a la misma circunstancia, lúcidamente expuso
que la contienda sobrevino en razón al proceso de expansión agro-industrial
europea y norteamericana que urgía de materias primas, haciendo una insinuación
sobreentendida al guano y el salitre, ambos abonos nitrogenados resultaban
imprescindibles en esa época para obtener diversas cosechas anuales.
Por su parte, los
historiadores chilenos como Vicuña Mackena, Gonzalo Bulnes, Santa María, Barros
Arana y sus prosélitos, arguyen que la contienda aconteció a causa del dizque
accidental descubrimiento del Tratado Secreto y Defensivo de
1873. Posteriores generaciones de pretendidos investigadores, aseveran que la Guerra del Pacífico se
dio porque “redescubrieron” que el Litoral boliviano era suyo desde tiempos
pretéritos y había que reconquistarlo “Por la razón o la fuerza” (lema
agorero y prepotente blandido en el escudo mapochino). Semejante impostura fue
sostenida originalmente por Miguel Amunátegui, el falsario, siguiéndole en la
bribonada Espinoza Moraga, Jaime Eyzaguirre, Ríos Gallardo, Augusto Pinochet y
otros tantos.
Asimismo, tal es
la desvergüenza de los historiadores chilenos que, justificando su rapiña,
desdicen sus primigenios límites geográficos cantados imperecederamente en el
primer poema épico de América y Chile, como viene a ser La Araucana del
ibérico Alonso Ercilla, que en una de las estrofas del Canto I, detalla: “Es
Chile Norte Sur de gran longura. Costa del nuevo mar del Sur llamado. Tendrá del
Este a Oeste de angostura cien millas, por lo más ancho tomado; bajo
el Polo Antártico en altura de veintisiete grados prolongado hasta do el mar
Océano y Chileno mezclan sus aguas por angosto seno”. (Estrofa extractada
mediante Internet de la webmaster perteneciente a Justo S.
Alarcón, la cual versa sobre La Araucana).
Del mismo modo,
estos fingidos sabihondos, en sus vanos afanes de argumentar el despojo de los
territorios bolivianos, tergiversan lo propalado literalmente en el artículo
cuarto de su propia Constitución Política del Estado promulgada el 29
de diciembre de 1823, que palabra por palabra especifica: “El territorio
de Chile comprende de norte a sur, desde el Cabo de Hornos hasta el despoblado
de Atacama…”. Enunciados análogos se encuentran en las Constituciones
Chilenas de 1822, 1826 y 1833. Otro legajo inequívoco es el Tratado
de 1844que, en su artículo once, revela y afianza los confines
territoriales originales de nuestro geófago vecino proclamados en sus diversas
Constituciones Políticas, antes de la infame guerra de usurpación de 1879; mediante
el aludido tratado, Chile obtuvo de España el reconocimiento de su
independencia.
Igualmente,
desautorizando a los araucanos embaucadores, uno de los párrafos de su primer
libro de historia oficial intitulado Historia de Chile perteneciente
a Cesar Famín, publicado en Barcelona en 1839, y citado por Edgar Oblitas en su
magistral Historia Secreta de la Guerra del Pacífico, nos deja releer
hasta el cansancio: “El reino de Chile forma una de las subdivisiones más
naturales de la América del Sur.Confina al Norte con la república de
Bolivia, de la cuál le separan el río Salado y el gran desierto de Atacama”. Como
estos fidedignos instrumentos probatorios citados, subsisten cuantiosas e
incontrastables escrituras, títulos, leyes y mapas que demuestran los límites
iniciales de Chile y los derechos de Bolivia sobre Atacama y el Pacífico.
Siempre
desenmascarando las embrolladas interpretaciones chilenas que arguyen una
supuesta propiedad de nuestra heredad nacional, apremia recordar que, la
geografía de Bolivia mutilada gradualmente por su codicia, inclusive hoy
(rapacería de las aguas del Lauca y del Silala), inmemorialmente fue parte de
lo que en diferentes periodos se denominó: Tiahuanacu, Kollasuyo,
Nueva Toledo, Audiencia de Charcas y Alto Perú. Al originarse Bolivia, sobre el
territorio de la Real Audiencia de Charcas, que a su vez perteneció
a los Imperios Tiahuanacota e Incásico, el Litoral que primitivamente
fue parte de éstos, se constituyó en una de las provincias deldepartamento
de Potosí de acuerdo al Uti Possidetis Juris de 1810, que
en buen español quiere decir: “como poseéis (hoy) seguiréis poseyendo en
el futuro”.
Causa
hilaridad que Pinochet, el dictador corrupto, intentando justificar la
depredación de su país en 1879, arguya en sus escritos que el Libertador
Bolívar abusó de su poder al concederle a la naciente Bolivia una costa
soberana en el Pacífico. Simón Bolívar, el soldado filósofo, respetó éticamente
el Uti Possidetis Juris de 1810 para evitar confrontaciones futuras
entre las emergentes repúblicas sudamericanas, así lo pregonan los distintos
documentos de aquellos memorables años.
El bardo
chileno Pablo Neruda, ateo impenitente y Premio Nóbel de literatura en 1971, en
su poema-oración Canto para Bolívar,reconoce y ensalza las virtudes
morales, intelectuales y heroicas del Libertador designándole como progenitor
de América, de esta forma:“Padre nuestro que estás en la tierra, en
el agua, en el aire de toda nuestra extensa latitud silenciosa…” El
ejemplo, el pensamiento y la probidad de Simón Bolívar -pese a ciertas sombras
de su temperamento debido a su imperfecta condición humana- se tornaron con el
tiempo en un afán indomable de unión y justicia en los corazones de muchos
latinoamericanos que actualmente sienten el apremio vigoroso de plasmar la Patria
Grande, o perecer en el intento ¡Y un Augusto Pinochet, constatadamente
deshonesto y brutal, se atrevió a poner en duda la moralidad y sabiduría
inextinguibles de Bolívar! Importa revivir que, en el gobierno del
extinto Augusto Pinochet, fueron expulsados de Chile centenares de bolivianos
indocumentados en vagones de ganado, como si fueran rumiantes.
La
Ordenanza de Guadalajara de 1563, sancionada gracias a las legítimas y
persistentes reclamaciones de Juan de Matienzo, demuestra como en la colonia se
ampliaron legalmente las fronteras de la Audiencia de Charcas a todo lo que
comprendió territorialmente el Kollasuyo del Imperio Incaico, límites que, por
cierto, incluían Atacama y sus costas marítimas. Juan de Matienzo fue Oidor de
la Audiencia de Charcas y autor del monumento legislativo titulado las Ordenanzas
del Perú, autoría que injustamente es atribuida al Virrey Toledo. De
igual forma, las Leyes IX y XII de laRecopilación de Indias respaldan
el derecho consuetudinario de Bolivia sobre el Litoral arrebatado por
Chile.
El
doctísimo Cañete y Domínguez en las páginas 263, 264 y 265 de su célebre Guía
de la Provincia de Potosí (1787) publicada en la Villa Imperial en 1952,
nos pormenoriza que Atacama (denominado Dpto. del Litoral en
la república) era uno de los seis partidos del Potosícolonial. Esta
innegable realidad, también se refleja en la Carta Geográfica sacada
en limpio en julio de 1787 por Don Hilario Malavez en escala de veinte leguas
inglesas, y la cuál está rubricada por Juan W. Chacón y José Rodríguez M., como
grabador. (Fuente: Geografía del Dpto. de Potosí de Alfredo Tapia
Vargas).
En
cuanto a jurisdicciones se refiere, muy pocos conocen que Tarija también
fue otro de los partidos de la Villa Imperial colonial, y luego
una provincia del Potosí republicano. Germinada Bolivia, Atacama (con
el apelativo de Litoral), se independizó de la jurisdicción potosina mediante
el decreto de 1ro. de julio de 1829 promulgado por el gobierno de Santa Cruz.
Similarmente, dos años después, la provincia de Tarija, desmembrándose
del departamento de Potosí, se erigió en un nuevo departamento merced
a la ley de 24 de septiembre de 1831 sancionada por el Mariscal de Zepita.
Es
evidente que los tarijeños patriótica y concientemente quisieron pertenecer a
Bolivia, en lugar de anexarse a la Argentina; empero, es una
incontrastable realidad histórica que, el territorio tarijeño (ancestralmente
unido geográfica y culturalmente al partido de Chichas, y separado de éste en
1785 por el intendente español Juan del Pino Manrique), primero
correspondió al Kollasuyo y después al Potosí colonial y republicano. Por
consiguiente, de acuerdo a los términos ecuánimes del Uti Possidetis Juris
de 1810, derivados de la herencia y la tradición, era justo y lógico que Tarija como Atacama se
constituyeran en territorios de Bolivia.
Manuel
Frontaura Argandoña, autor del libro El Litoral de Bolivia, respaldándose
en los hallazgos de Max Uhle, Midendorf, D´Orbigny y otros estudiosos de las
poblaciones autóctonas asentadas en el Litoral boliviano arrebatado por Chile,
sustenta que los antiguos pueblos atacameños pertenecieron a las evolucionadas
y arcaicas unidades bioculturales de los Chipayas, Urus, Aymaras y
Quechuas. Los rastros imborrables de las civilizaciones Aymara e Inca
en Atacama y sus playas fueron ratificados irrefutablemente por el carbono
catorce e incontables estudios de arqueología.
Otro
acaecimiento que los chilenos dejan ladinamente en el tintero es que, el Inca
Tupac Yupanqui, conquistó la bárbara y rezagada araucanía haciéndose fuerte en
el poblado de Atacama, que ya integraba el Kollasuyo la última cuarta parte del
siglo XV. A partir de ese tiempo, los Incas sujetaron a los salvajes, pero
valerosos araucanos por más de sesenta años, enseñoramiento que concluyó con el
arribo de los españoles al Valle del Copiapó comandados por Pedro de Valdivia.
En
esta memorable campaña de sometimiento araucano, emprendida precedentemente por
Diego de Almagro en 1536, los audaces y ambiciosos españoles organizados en el
Alto Perú fueron financiados por la plata de Porco, yacimiento
precolombino distante a diez leguas del Sumac Orko (Potosí); éste
último monte, recién fue revelado a los hispanos en torno a 1545. Es necesario
precisar que, los primeros españoles que marcharon en pos del Reino de
Chilli, estuvieron firmemente respaldados por contingentes de guerrerosQuechuas,
Aymaras, Atacamas e intrépidos Chichas (éstos últimos, a
decir de ciertos cronistas, los preferidos del Inca por su legendario valor y
lealtad). Son miles los testimonios fidedignos que, como los anotados, secundan
irrebatiblemente los derechos de Bolivia sobre Atacama y sus costas en el
Pacífico desde tiempos prehispánicos. Postular lo contrario es pecar de cinismo
o estupidez.
El
Estado boliviano al verse obligado a firmar dolosamente el Tratado de 1904 por
Chile, no perdió en absoluto su potestad de reivindicar sus derechos sobre el
Litoral patrio, ya que ningún acto injusto e ilegal puede causar
estado de acuerdo al Derecho Internacional contemporáneo. La doctrina de
la intangibilidad de los tratados avalando el latrocinio, no pasa de ser un
anacrónico y fosilizado dogma jurídico que no se aviene a nuestros tiempos,
ni a una auténtica justicia universal.
Urge
revivir como antecedente que, el desgobierno de Mariano Melgarejo, dio pié para
la Guerra del Pacífico al firmar con Chile el Tratado de 1866,
confiriéndole a este país necia e irresponsablemente territorios y concesiones
bolivianas, debido a su avidez por recaudar fondos respondiendo a tres
sinrazones: mantenerse en el Poder militarmente, beneficiar a las
pancistas clases acomodadas y despilfarrar el erario público en repugnantes
francachelas, mientras el pueblo desfallecía de
hambre.
Los
bolivianos informados sabemos que las dos causas primordiales para la Guerra
del Pacífico fueron: los inescrupulosos intereses anglo-chilenos sobre el
guano y el salitre de Bolivia y Perú, además de añadirse la ambición araucana
por la supremacía en el Mar del Sur. La ley que gravaba con diez centavos cada
quintal de salitre exportado por la Compañía de Salitres y
Ferrocarriles de Antofagasta, sumada a la patriótica nacionalización del
salitre boliviano oficiada por el gobierno de Hilarión Daza ante la negativa
insolente de pagar dicho impuesto por la citada compañía, solo fueron el
pretexto y el detonante para la Guerra de 1879.
A
las voracidades del capitalismo anglo-chileno, se mancomunaron traidoramente
los apetitos utilitarios, ocultos y desleales de la oligarquía minero-feudal
boliviana encabezada por Aniceto Arce, Gregorio Pacheco, Narciso Campero y otros
doctores y militares camarilleros que, confabulándose con los cronistas
liberales involucrados en el despojo territorial, falsificaron lo sucedido e
hicieron recaer todos los desastres de la guerra en el limitado, pero
insobornable Hilarión Daza. Este último, fue asesinado alevemente en Uyuni el
27 de febrero de 1894 por un grupo de militares y políticos que aparentemente
debían acogerle y resguardarle. Este grupo, había sido delegado por el
ilegítimo e ilegal gobierno de Mariano Baptista, al que Hilarión Daza en
reiteradas oportunidades le había solicitado autorización para retornar a
Bolivia desde Francia y poder asumir su defensa legal ante la Corte Suprema de
Justicia con pruebas irrefutables y, así, echar por tierra las artificiosas
inculpaciones que blandían sus detractores acerca de su participación en la
Campaña del Pacífico; mas, antes de perecer en manos de sus homicidas,
Daza tuvo tiempo de escribir en París (Francia) un manifiesto intitulado: A
mis conciudadanos, en el que aclara serena y sumariamente lo acaecido.
Resulta
insensato e inaudito que ciertos historiadores bolivianos de buena fe –puesto
que de los de mala fe ya conocemos sus interesadas argucias y omisiones- no
hayan observado responsablemente las etapas básicas de la metodología de
la historia haciendo uso de la heurística (localización y
recopilación de las fuentes documentales originales), para inmediatamente
realizar la críticacorrespondiente de esas fuentes y, luego, efectuar
la síntesis historiográfica que resulta ser el producto final de toda
investigación histórica. Empero, por comodidad o negligencia, en sus
publicaciones, se dedicaron a corear como candorosas cacatúas la falaz y
absurda versión chilena de que, el presidente Daza, hubiere ocultado la noticia
de la invasión araucana a nuestro Litoral por festejar el carnaval.Noticia que
hipotéticamente habría arribado a La Paz mediante un “telegrama” procedente de
Tacna, sitio que se encontraba a poco más menos de 74 leguas de la Ciudad del
Illimani; cuando en ese tiempo, en Bolivia y sus puertos del Pacífico, no
se conocía la electricidad y, menos, el telégrafo. Toda la comunicación en el
territorio nacional se la practicaba mediante chasquis o correos a lomo de
bestia. Únicamente la población de Tupiza, capital de la provincia Sud Chichas
del Dpto. de Potosí, contaba con una línea telegráfica que se extendía hasta
Buenos Aires (Argentina). En este punto, corresponde precisar que, de Tupiza a
La Paz, existen aproximadamente 165, 3 leguas (746 kilómetros) de distancia, y
cualquier conexión entre ambos sitios geográficos en 1879, también se la
verificaba con la intermediación de chasquis o jinetes.
Paralelamente,
pese al intento de destrucción y desaparición de la documentación pertinente
por parte de los antipatrias, aún quedan en archivos las dos ediciones extras
lanzadas por el diario oficial “La Democracia” (primer y segundo
alcance) del 27 de febrero de 1879. En ambas publicaciones, se puede
constatar que, después de que el chasqui Gregorio Colque le entregara el parte
redactado por el Cónsul boliviano Granier, el presidente Daza jamás ocultó la
invasión chilena para festejar el carnaval. Esta funesta noticia le fue
proporcionada a la medianoche del 25 de febrero de 1879 (martes de carnaval); más
tarde, es decir, el 26 de febrero, luego de convocar a su gabinete a
una reunión de emergencia en horas de la madrugada, Daza junto a sus ministros,
suspendió el carnaval, dictó estado de sitio, decretó amnistía y adoptó otras
medidas de rigor. Éstas y otras determinaciones fueron publicadas
por “La Democracia” en los alcances descritos en líneas
precedentes.
Alrededor
de cien años más tarde, después de haber soportado la ignominia y la calumnia
en éste y otros sucesos de la guerra, el nombre de Hilarión Daza fue
inicialmente reivindicado por Gastón Velasco y, luego, por Edgar Oblitas
Fernández, Raúl Murillo y Aliaga, Hugo Roberts Barragán, Luis Antezana y otros
historiadores genuinos, los mismos que escribieron cimentándose en
investigaciones objetivas y desenterrando documentos irrebatibles. El gran
“pecado” de H. Daza, fue contraponerse a los grandes intereses económicos de
Inglaterra y Chile, operaciones nebulosas que estaban hermanadas a la
oligarquía feudal minera nacional.
En
nuestros días, el ejemplo nefasto de aquel entreguismo antinacional y
delincuencial del pasado, encarnó demoníacamente en sujetos como Sanchez de
Lozada y sus parciales, así como en sus pedantes escribas mercenarios; todos
estos transfirieron hace muy poco nuestras empresas y recursos naturales
estratégicos a la avidez de las empresas transnacionales. No satisfechos de su
angurria y maldad, estos profetas del Apocalipsis nacional, hoy conspiran junto
a tenebrosos intereses extranjeros la fragmentación de Bolivia para continuar
saqueando su fantástica biodiversidad… lo mismo que ayer.
Corroborando
lo apuntado y como curiosidad histórica conviene recapitular que, el 8 de mayo
de 1996, el entonces Canciller Antonio Aranibar, aliado político de Sanchez de
Lozada, emitió un comunicado en el que calificaba como “río internacional” a
las vertientes bolivianas del Silala, señalando erróneamente que Chile es dueño
de su curso inferior. Hoy, utilizando en su favor este desaprensivo comunicado,
ligado a otros sofismas, la diplomacia chilena reclama un inexistente derecho
compartido sobre las aguas del Silala.
Análogamente,
en el Perú, siempre serán conmemorados como traidores, corruptos e ineptos el
presidente Manuel Ignacio Prado que abandonó Lima en plena Guerra del
Pacífico llevándose consigo la astronómica suma de 6.621.540.00 soles oro,
el dictador Nicolás de Piérola y su boicot a los aliados en la batalla del Alto
de la Alianza, Agustín Belaunde y su deserción de Arica, el General Juan
Buendía y el Coronel Belisario Suárez por sus desaciertos e ineptitudes
tácticas en Pisagua y San Francisco y, otros tantos protervos
personajes.
La
mayoría de las personalidades peruanas apuntadas ut supra, insulsamente
desdeñaron el plan defensivo expuesto por el Ministro de Instrucción boliviano
Julio Mendez, consistente en atraer al poderoso ejército chileno hacia el Ande
para poder luchar exitosamente contra los invasores araucanos en cada quebrada
y ventisquero de las montañas, igual que pumas embravecidos. El apoyo
logístico británico a la artillería de los navíos enemigos en la costa y la
preponderancia de sus sofisticadas armas, así lo exigían. La estrategia
formulada estaba respaldada por las atrevidas prácticas guerrilleras de los
altpoperuanos contra las otrora bien pertrechadas fuerzas realistas, contando
con un partidario singular y natural por excelencia, el “Gral. Puna”, también
adjetivado entonces como el “Gral. Sorojche” por el presidente Hilarión Daza.
La
sagaz y oportuna proposición del Dr. Julio Mendez, apadrinada
perspicazmente por Hilarión Daza, fue desestimada mezquina y obtusamente por el
Alto Mando Militar peruano que, a la postre, tratando de encubrir sus propias
transgresiones y pecados, fementidamente intentó desplomar todo el peso de la
ignominia y el infortunio de la contienda en las magras y estoicas espaldas
bolivianas. Estos pormenores históricos casi desconocidos, no pretenden
salvaguardar indecorosamente las vilezas y los equívocos de los conductores
bolivianos, sólo procuran restituir la veracidad de lo acontecido.
Mas,
no todo fue oprobio y deshonor en el Ejército Confederado, porque también
hubieron paladines titánicos que no vacilaron en ofrendar sus vidas en
resguardo de la patria, entre los destacados: Grau, Bolognesi y Ugarte en
el Perú. En Bolivia, el inmortal Eduardo Abaroa, el “Corneta” Mamani del
regimiento Dalence y, el pospuesto Rufino Carrasco que inspira la presente
publicación.
En
relación al héroe de Tambillo, cursa en manos del Gato, un boceto
biográfico incompleto e inédito perteneciente al párroco de TalinaSimeón
Torres Carrasco (1898-1985), cuyo padre fue el subteniente Hilario
Torres (quién figura erradamente como “Hilarión” y oriundo de Padilla en
el Diario de Campaña de Manuel V. Alba). Hilario Torres, batalló
hombro a hombro junto a Abaroa en el Puente del Topater en 1879, y luego junto
a los aliados en San Francisco en 1880. Los precedentemente nombrados, resultan
ser el genitor y el abuelo del Dr. Horacio Torres Guzmán, nacido en Santa
Elena (Incahuasi-Cinti) el 5 de octubre de 1930, ex Diputado y Senador de la
república y, ex Ministro Secretario del presidente Hernán Siles Suazo, además
de pariente consanguíneo por línea paterna del Gral. Rufino Carrasco.
En
lo fundamental la referida biografía, escrita por un sencillo cura de
pueblo, orgulloso de su heroico pariente, elucida que, el Gral.
Rufino Carrasco, nació en Talina (Sud Chichas) el 10 de julio de 1817, siendo
su padre Manuel Carrasco, sargento mayor del Escuadrón Guías; extrañamente
de su madre no existe ninguna relación. De acuerdo a la biografía señalada, muy
mozo se alistó en el Ejército durante el gobierno del Mariscal Santa Cruz,
viendo engendrarse y surgir la Confederación Perú-Boliviana. Seguidamente,
recibió su bautizo de fuego en Yanacocha y Socabaya en 1836. Igualmente, estuvo
en las inmemoriales contiendas de Humahuaca, Iruya, Montenegro y en los
gloriosos campos de Ingavi. A continuación, conjuntamente a Mariano Melgarejo y
sus coraceros, rebasando las sanguinolentas barricadas de marzo de 1865,
irrumpió en el palacio de gobierno y vio perecer al tata Belzu en
manos de sus correligionarios. Gracias a esta delirante e intrépida acción fue
ascendido de capitán a mayor. En febrero de 1875, Rufino Carrasco, ya como
coronel, fue nombrado Jefe del Estado Mayor de Cochabamba. Poco tiempo después,
sería protagonista de la proverbial Batalla de Tambillo.
De
su ascenso a general, el cura talineño Simeón Torres Carrasco -del
mismo que Rufino Carrasco era tío abuelo- no revela absolutamente nada en el boceto
biográfico indicado; empero, el Gato, intentando subsanar
este vacío, y merced a ciertas indagaciones documentales, descubrió
que el Senado Nacional, a proposición del Poder Ejecutivo, mediante Resolución
Legislativa de 1 de Noviembre de 1888 sustanciada en Sucre, ascendió a Rufino
Carrasco al grado de General de brigada del Ejercito Nacional. De acuerdo a
estimaciones del Dr. Horacio Torres Guzmán, hijo de Simeón
Torres Carrasco, el boceto biográfíco inédito que nos
ocupa fue redactado a principios de la década de los setenta del siglo anterior
A
propósito de ascensos militares anecdóticos, O´Connor D´arlach, en su libro que
versa sobre el tarateño Mariano Melgarejo, describió que en cierta ocasión,
Rufino Carrasco, junto a otro oficial de los afamados Colorados de Bolivia,
se plantó impávido frente al presidente Melgarejo para que éste, con su arma de
fuego hiciera puntería sobre su kepí. La admirable imperturbabilidad de
Carrasco en este acto suicida fue gratificada por el achispado e ignorante
déspota con un ascenso militar.
Por
todo lo expuesto, resulta inconcebible que Bolivia no le tribute al Gral.
Rufino Carrasco ningún homenaje póstumo correspondiente a sus méritos de héroe
nacional. En las calles, avenidas y plazas de los nueve departamentos de
nuestro país, se puede advertir con pasmo que los nombres y apellidos de
Aniceto Arce, Narciso Campero y otras alimañas que cometieron delitos de lesa
patria, se enseñorean y perpetúan, mientras el egregio nombre del héroe de Tambillo es
irracionalmente proscrito. Solo el gobierno de la U.D.P. designó a un cantón
con su nombre en la primera sección de la Prov. Sud Chichas de Potosí, mediante
la Ley No. 699 de 28 de enero de 1985; por contrapartida,
las demás capitales, provincias y cantones del país le omiten desatinada e
irrespetuosamente.
Desde
el 10 de febrero de 1947, los restos mortales de Rufino Carrasco, que casi se
extravían en años anteriores, descansan en el mausoleo destinado a los
patriotas orureños en la Capital de Sebastián Pagador. Paradójicamente,
el alcalde de esa ciudad, mediante laOrdenanza Municipal de 5 de febrero de 1947, declaró
al Gral. Rufino Carrasco “Hombre Notable de Oruro”, ante la
indiferencia de sus coterráneos y la indolencia del Poder Central.
Trasciende
que en Tupiza, capital provincial cercana a San Juan Bautista de Talina (solar
y hogar de nobles caciques, curas doctrineros y de osados guerreros), y lugar
de nacimiento de Rufino Carrasco, sus moradores, en lugar de solicitar a Oruro
las cenizas delhéroe de Tambillo para inhumarlas con honores, cándidamente
le rinden pleitesía a la estatua del magnate Felix Avelino Aramayo. La estirpe
de este acaudalado señor, luego de abandonar a sus obreros con los
pulmones despedazados, y dejar a las principales bocaminas chicheñas vacías, concedió,
cual dádiva, unas cuantas migajas de su cuantiosa fortuna al aguerrido pueblo
que bregando rudamente ayudó a que se transformasen en una de las castas más
ricas de América del Sur. Hoy, los churquis chicheños, emblemas vegetales de
heroísmo por su dureza, fuerza y constancia, parecen erguirse adustos exigiendo
justicia histórica para el Gral. Rufino Carrasco.
Cochabamba, 23 de marzo de 2011.
NOTAS MARGINALES
–El ensayo “A propósito del Gral.
Rufino Carrasco”, fue publicado por primera vez en el suplemento orureño El
Duende (periódico La Patria)del 15 de octubre de 2006. Dos años más
tarde, el 15 de marzo de 2008, se hizo una segunda publicación de este trabajo
en el suplemento Estilo y Cultura del diario cochabambino Opinión.
Éste último impreso, se encuentra en uno de los salones concernientes a la
Guerra del Pacífico en la Casa de la Libertad de la ciudad de Sucre.
-El autor de este ensayo -hoy aumentado y
mejorado para una nueva publicación- advierte apesadumbrado cómo en pleno siglo
XXI, en muchos colegios fiscales y particulares de Bolivia, se sigue enseñando
la historia de la Guerra del Pacífico repitiendo la versión
urdida diabólicamente por el chileno Benjamín Vicuña Mackena (coreada por
diversos historiadores bolivianos), que acusa infundadamente al presidente
Hilarión Daza de ocultar un supuesto telegrama revelador de la invasión chilena
a nuestro Litoral en 1879.
-El autor, conocedor de que algunos
historiadores prejuzgan por lo bajo y en las sombras la veracidad de este
ensayo, en cuanto a la realización de la Batalla de Tambillo en 1879, respetuosa
y amigablemente les convoca a refutar pública y documentalmente las
aseveraciones historiográficas esgrimidas en el presente trabajo.
*El autor es abogado, escritor
y músico.
E-mail:
medrano_solares@yahoo.com
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