De arquero santo a empresario de comida rápida. Se podría
describir así la vida del santiagueño (Argentina) Segundo Nicolás Pidcova, de
73 años, un personaje muy querido y respetado en Oruro. Todos los días se lo ve
caminando, desde muy temprano, por las calles de esta ciudad cargando bolsas
repletas de calientes y deliciosos rellenos de papa, chuño y arroz. “Don
Nicolás, véndame sus ricos rellenos”, se acerca un cliente. “A mí me da tres
rellenos”, pide el segundo, y así empieza la venta de rellenos Pidcova.
“Una muchacha que no me conoce me preguntó: ‘¿Por qué se
quedó en Oruro, un lugar tan frío?’. Eso lo llevo en mi corazón, así que le
respondí: ‘Me quedé por la similitud con la gente santiagueña, que es
hospitalaria y humilde. No se fija en quién llega, pero al otro día ya te tiene
un ambiente en su casa. Por eso escogí ser un argentino-quirquincho’”, asevera.
Pidcova —conocido por su apellido o por como le llaman los
clientes, “Pidcovita”— llegó a Bolivia en 1971 para jugar de arquero en el
equipo Ferroviario de La Paz. En 1972 arribó a Oruro junto a otros dos
futbolistas también argentinos (Collante y Gonzales). “Cuando me dijeron que
San José tenía cuatro arqueros y que ya no necesitaban otro, lloré como una
wawa en el hotel. Cuando iba a retornar a La Paz, las cosas cambiaron: el
profesor Bellota me pidió que le cooperara en el arco porque los arqueros no
llegaban. Yo calenté, fui al arco y ahí me vieron jugar los mineros que estaban
de hinchas en el entrenamiento de San José. Ellos exigieron que me quedara
—dijeron que pondrían de tres a cuatro mitas— y ahí empezó mi vida de orureño.
Aquí me ves pero en otro rubro, gracias a Dios”.