abril de 2017. // Fotos 1) Vicente Arraya (izq.), uno de los mejores
guardametas de la historia. 2) Cuando vestía la camiseta de The Strongest.
Desde sus inicios deportivos, el club The Strongest
contó con destacadas figuras deportivas. En el 109 aniversario
de la institución corresponde homenajear a uno de los ejemplares
guardametas que pasó por sus filas. Vicente Arraya nació en
tierras orureñas y fue uno de los más destacados porteros del balompié
nacional e internacional.
Hablar de la vida deportiva de Arraya es, sin duda,
mostrar gran parte de la rica historia de los
destacados arqueros nacionales. Nació en la ciudad de Oruro el 25 de
enero de 1922. Comenzó sus primeros pasos deportivos a la edad de 15 años
en la ciudad de Cochabamba. En esa tierra tropical defendió los colores de New
Players. Durante 1937 jugó para el seleccionado cochabambino.
Unas semanas después, cuando aún defendía los colores
cochabambinos, realizó su primer partido internacional ante el plantel
chileno de Colo Colo, en esa oportunidad, ambos planteles empataron
a cuatro goles por lado. Al terminar el encuentro internacional, los jugadores
del plantel visitante quedaron sorprendidos por la capacidad y los
pocos años que aparentaba el juvenil arquero.
En ese singular año del 37, Atlético Alianza, representante
paceño, viajó a la ciudad del Tunari, para sostener algunos encuentros de
confraternidad. La delegación paceña protagonizó valiosos encuentros de fútbol.
Uno de ellos fue ante New Players, plantel en el que jugaba Vicente
Arraya. Por las admirables demostraciones en el campo de juego, los dirigentes
deportivos paceños vieron por conveniente contratar los servicios del
excelente deportista. Escasos meses después, Atlético Alianza, mediante
una invitación de los directivos chilenos, viajaron al puerto de
Antofagasta. Por entonces el plantel paceño tenía un gran prestigió
a nivel nacional.
En uno de los encuentros, Alianza ganó al Colo Colo
por 2-1. Para la gira internacional, los jugadores de la representación
paceña fueron sometidos a un severo entrenamiento a cargo del director técnico
Jacobo Waisman. El seleccionado de Antofagasta empató el
partido faltando sólo 10 minutos para su conclusión. El plantel chileno
presionó desde el inicio del lance, aunque sus ataques no lograron su objetivo.
La notable labor cumplida por el guardameta Arraya resaltó en el campo de
juego.
Tras esas presentaciones destacadas, el joven deportista fue
convocado al seleccionado nacional que participó por primera vez en los
primeros Juegos Deportivos Bolivarianos de 1938, competición deportiva que se
llevó a cabo en la ciudad de Bogotá, Colombia.
En dicha oportunidad se hizo cargo de la dirección
técnica el árbitro y entrenador Julio Borrelli. El reconocido DT formó dos
equipos, de los cuales se eligió a los más destacados jugadores del
país. Arraya se destacó en Bogotá. Se hizo popular en la afición
deportiva por sus lúcidas y destacadas intervenciones. Su actuación ha sido
brillante, comentaron los matutinos de prensa colombianos.

Luego de esa participación internacional se reinició el
torneo local. Dirigentes del club The Strongest decidieron contratar los
servicios de algunos jugadores, entre ellos estaba Arraya.
El debut de Arraya con la divisa aurinegra fue ante
Ferroviario, al cual consiguieron vencer por el marcador de 4-3.
Superando las adversidades y con la disponibilidad
positiva, el renombrado guardameta demostró el liderazgo en el campo de
juego. Así, por ejemplo, en septiembre de 1941, The Strongest prestigió
al fútbol boliviano al vencer a Santiago Wanders de Valparaíso por la
diferencia de cuatro goles a cero. En esa tarde memorable, Arraya fue la
"muralla” donde se estrellaron todos los intentos de remate. Los
periodistas en ese momento compararon esas intervenciones con los que
protagonizaba otro destacado arquero orureño, el inolvidable Jesús Bermúdez;
que en otros tiempos también se lo consideró como el mejor
guardameta de Bolivia.
En el siguiente encuentro internacional, Arraya demostró una
vez más su fortaleza atlética, nada menos ante Independiente de
Buenos Aires. El plantel argentino vino con sus máximas estrellas, entre ellos
Toledo, Vicente de las Mata, Antonio Sastre, Arsenio Érico, Martínez, entre los
más renombrados jugadores.
The Strongest, al mando de su arquero y capitán, ganó el
encuentro por tres goles a uno. El triunfo una vez más enalteció el
prestigio del fútbol nacional, el resultado produjo valiosos
comentarios de las radiodifusoras peruanas y argentinas. En esa página
deportiva, el guardameta nacional se destacó nuevamente.
Poco después de ese partido trascendental, se conoció
por los medios escritos el interés del propio Independiente de la
Argentina por contar con los servicios del capitán stronguista. Sin
embargo, el distanciamiento entre dirigente de ambas instituciones perjudicaron
las negociaciones. Estas divergencias no desanimaron al consagrado
guardameta, más al contrario siguió mostrando en cada partido su destreza y
perseverancia.
Pocos años después, exactamente en febrero de 1944, visitó
nuevamente un plantel argentino.
Atlanta, de Buenos Aires, llegó a territorio
boliviano. Directivos de la misma institución vieron las formidables
intervenciones realizadas por Arraya. Acordaron entonces convenir
el contrato con los dirigentes deportivos. El acuerdo fue firmado en la ciudad
de La Paz entre el señor Slinin, representante de Atlanta, y el portero
boliviano.
Con un toque de nostalgia, Arraya fue cariñosamente
despedido en los predios de la Estación Central, estuvieron presentes
dirigentes deportivos, amigos, admiradores y simpatizantes. La hinchada
de The Strongest, portando una emblemática bandera rodeó al futuro embajador
deportista; flores y papel picado dieron animación a la despedida.
Finalmente, una banda de música entonó melodías populares que
impresionaron a la concurrencia.
En territorio argentino, al cumplir los partidos en la
reserva, llegó el momento de su debut, hizo inmediatamente olvidar al magnífico
arquero Castelli. Sus destacadas atajadas le hicieron ganar por méritos
propios el puesto de titular. Demostró ante los equipos de Newells Old
Boyd, Velez Sarsfield e Independiente tener la misma o mejor capacidad
de los excelentes guardametas del extranjero. El guardameta
boliviano actuó en Argentina durante 1944 y 1945.
De regreso al país se incorporó a Ferroviario de La Paz,
club al cual defendió hasta un poco más de 1950. Pocos
años después, en octubre de 1953, Arraya y Alberto Achá recibieron
un póstumo homenaje de admiración de parte de la Asociación de Fútbol de La Paz.
Esta iniciativa fue sugerida por el club Litoral.
"Las principales autoridades del fútbol local
estuvieron presentes en el homenaje ofrecido a los dos deportistas que
llegaron a ser ídolos en el concierto deportivo de la patria. Sus
demostraciones en las canchas nacionales y extranjeras fueron, sin duda, el
rico historial futbolístico de Bolivia. Una de las páginas más
extraordinarias y notables”, dice la crónica de un diario de la época.
SU APORTE EN LA ÉPOCA
En el combinado nacional comenzó su trayectoria deportiva
internacional en 1938.
Posteriormente, en 1945, vistió la casaca nacional, en
ocasión de realizarse el Campeonato Sudamericano, torneo que se llevó a cabo en
Santiago de Chile. Al año siguiente, nuevamente se hizo presente en el
Campeonato Sudamericano extraordinario, efectuado en Buenos Aires.
Integró nuevamente el seleccionado nacional en 1947. Asistió
en el XX Certamen Sudamericano en Ecuador. Su última participación con la
casaca nacional fue en 1949, en la ciudad de Sao Paulo y Río de Janeiro.
En la mencionada competencia, Arraya se destacó brillantemente.
Aportó íntegramente a la Selección boliviana a lo
largo de 14 años, tiempo en el cual confirmó sus dotes excepcionales, evitando
en muchas ocasiones tremendas goleadas. Sus famosas voladas en el pórtico
le dieron el nombre de la Flecha Andina.
FUE DIRECTOR TÉCNICO
A comienzos de 1959, Arraya fue ayudante de campo del
estratega argentino Gregorio Esperan, que dirigió al combinado nacional
en el Sudamericano efectuado en Buenos Aires. Al desvincularse el argentino,
antes de comenzar el torneo, asumió la dirección técnica Arraya.
Como un acto de curación, salvo la crisis que se había
producido.
Dos años después, en agosto de 1961, dirigió al plantel
paceño de Always Ready. Juntamente realizaron una gira internacional
por varios países europeos.
La campaña de Always fue meritoria porque en 100
días su equipo jugó 27 partidos, ganó cuatro, empató cinco y perdió
18.
Retirado de la actividad deportiva, Arraya radicó en Santa
Cruz de la Sierra, donde desempeñó funciones en una entidad pública y
simultáneamente incursionó en el cometario deportivo, transmitiendo sus
experiencia futbolística adquiridas a través de largos años de trabajo.
"Sin poderse recuperar de una grave enfermedad,
Arraya Castro dejó de existir ayer por la tarde en una de las clínicas
de la ciudad de Santa Cruz. A los 70 años dejó de existir una de las
legendarias figuras del fútbol boliviano”, informó un periódico paceño en los
años 90 del siglo anterior.
Así fue Vicente Arraya. Demostró ser uno de los
guardametas más destacados antes de la década de los 50. Por su
personalidad y su profesionalismo se encuentra entre las figuras
deportivas del fútbol boliviano. Ganó con méritos propios el lugar que le
corresponde.
INFORMACIÓN ADICIONAL
En vida el orureño Arraya se casó con la Sra. Daisy Arauz
Cuellar, con la cual tuvieron 4 hijos; Fernando, Mercedes, Juan y Patricia.
El considerado mejor portero boliviano de todos los tiempos Vicente
Arraya falleció exactamente el 21 de noviembre de 1992.
Por: Juan Enrique Coronel Quiroga, es aficionado al fútbol,
quien conoció de cerca a varios futbolistas y deportistas de antaño. / Artículo
publicado en La Razón el 7 de marzo de 2016. // Foto: Eduardo Gutiérrez y Vicente Arraya, una histórica foto
de dos grandes arqueros de la selección nacional. Foto: Jorge Eduardo Coronel
Quiroga.
Transcurría febrero de 1949, era el sexto mes de
una inusual vacación escolar final; el año anterior solo se impartió
clases hasta agosto por haberse desatado una epidemia de no sé qué y, por
añadidura, las labores educativas que hasta entonces siempre habían
comenzado en enero, tuvieron su inicio postergado —tampoco recuerdo por
qué— hasta marzo.
Pues bien, la circunstancia no podía menos que
causarnos alborozo a mi hermano Jorge Eduardo, al que le tocaba cursar
tercer grado de secundaria y a mí, que me correspondía hacerlo en 6º de
primaria en el Colegio Nacional Bolívar y en la escuela Juan Crisóstomo
Carrillo, respectivamente, ambos, naturalmente, establecimientos fiscales.
Como digo, nos causaba felicidad porque entre otras
cosas se había anunciado que la preselección del equipo boliviano que
concurriría al Campeonato Sudamericano de Fútbol sería concentrada en el
estadio Félix Capriles de Cochabamba. Ello nos daría la oportunidad de
conocer personalmente a jugadores a los que, en su gran mayoría, nunca
habíamos visto. De tal forma, decidimos —y así lo hicimos— asistir a todos
los entrenamientos y a la vida diaria de los deportistas que serían convocados
y, además, utilizando una modesta Kodak 127, tomar todas
las fotografías que pudiésemos de los players.
Recuerdo perfectamente el primer día de las prácticas de
la preselección. Fueron convocados 33 jugadores, tres por cada puesto
del equipo, pero el primer día solo se presentaron 15 para ponerse a las
órdenes del director técnico y preparador físico Félix Deheza, y entre los
15 no había llegado ningún arquero; como se necesitaba por lo menos
uno para las prácticas se integró, provisionalmente, el adolescente Wálter Ríos
Gamboa y a veces, mi mismo hermano quien, a los 14 años recién cumplidos, era
ya un guardameta de primera clase.
Por fin llegaron los tres arqueros convocados:
Vicente Arraya, Eduardo Chembo Gutiérrez y un orureño de apellido
Viracochea. Golero como era mi hermano quiso, en primer término, tomar la
fotografía de los tres; logró sacar individualmente la de cada uno de
ellos, pero su intención era hacer que los tres posaran juntos; no pudo
lograrlo; sin embargo pudo reunir en una placa a Arraya y a Gutiérrez.
A pesar de que éste es un recordatorio para Chembo,
no puedo menos que nombrar a otros grandes jugadores con los que
entonces hice amistad: Alberto Achá, José Bustamante, Armando Delgadillo,
René Cabrera, Humberto Montaño, Antonio Valencia, Leonardo Ferrel, Zenón González,
Víctor Agustín Ugarte, Mario Mena, Nemesio Rojas, Benigno Gutiérrez,
Celestino Algarañaz, Benedicto Godoy, Benjamín y Joaquín Maldonado. De
todos ellos teníamos guardadas innumerables tomas fotográficas
que, lamentablemente, con el pasar del tiempo se fueron perdiendo. Era un
valiosísimo material gráfico.
Había entre los jugadores concentrados
mucha camaradería, cordialidad y buen humor. Estaba de moda en ese
entonces una canción que decía: “¡Yo nací con mi pata gambaa, y es por eso
que camino así! pero camina como chencha a lo gambaa”. Chembo tenía las
extremidades inferiores arqueadas, era lo que, en idioma quechua,
se denomina “arcuchaki”; con ánimo irónico, los compañeros de
Gutiérrez cambiaron la letra de la canción: “¡Yo nací con mi pata cambá, y es
por eso que camino así! pero camina como Chembo, a lo cambá”.
Permítaseme un recuerdo muy particular: la
atención alimentaria de los jugadores concentrados estaba a cargo de
una señora beniana, concesionaria del restaurante que existía a un costado
de la laguna Cuéllar, paradisiaco lugar con frondosos sauces bordeaban el
espejo de agua, a un paso del estadio.
Esta señora tenía una bella hija adolescente a la que
su madre llamaba Madrecita, que despertaba la codicia lúbrica de los
jugadores, pero sus pretensiones no pasaron de ser mentales; esta
bella adolescente actualmente ya en la cuarta edad tiene el nombre de
Graciela Hurtado, y por matrimonio Camponovo, y todavía vive en Santa
Cruz. Pero había otras adolescentes que iban atraídas por los jugadores,
entre ellas recuerdo a Blanca Rivadeneira y a Mery Ríos
Green, hermosas muchachitas, muertas prematuramente.
Chembo Gutiérrez ya había sido parte del
seleccionado nacional, como arquero suplente de Vicente Arraya, en el
campeonato sudamericano celebrado, a fines de 1947, en Guayaquil; fue el
primer jugador cruceño en integrar un equipo boliviano. En 1949, lo
acompañaron otros dos deportistas nacidos en tierra de Grigotá,
Celestino Algarañaz y Nemesio Rojas. Fueron ellos los pioneros de
lo que después se convertiría en una legión.
Chembo partió a Brasil, nuevamente, como suplente
de Vicente Arraya; fue a éste al que le tocó la gloria de
las primeras victorias bolivianas en un torneo continental, frente a
Chile y Uruguay, ambas por un marcador de tres goles a dos; pero, al
comenzar el segundo tiempo del cuarto partido de nuestros colores contra
Ecuador, Eduardo asumió la portería por el resto del certamen y
desde entonces hasta su retiro jamás dejó la titularidad de
la defensa del marco nacional.
En tal condición, asistió al Campeonato Mundial de 1950,
de ingrato recuerdo para nosotros, y al Campeonato Sudamericano de
1953, que se llevó a cabo en Lima. Fue en este último evento, en el partido
inaugural, que nuestra selección, un inolvidable 22 de febrero, venció a
la de Perú, anfitrión del torneo que había escogido como primera
presa fácil al equipo boliviano. Gutiérrez, conjuntamente con Ramón
Guillermo Santos y Víctor Agustín Ugarte, fueron los artífices de la hazaña.
Chembo fue un deportista múltiple, no solo destacó
como futbolista sino que su talento deportivo abarcó también otras
disciplinas: como basquetbolista integró el equipo de Gimnasia y Esgrima
que representaba al Instituto Nacional Superior de Educación Física; allí
coincidió, casualmente, con otros dos jugadores que, con el pasar del
tiempo, también defendieron el pórtico del seleccionado nacional
de fútbol: Eustaquio Ortuño e Isaac Álvarez. Como atleta fue parte de
la representación boliviana en el V Campeonato Sudamericano
Extraordinario, celebrado en octubre de 1948 en La Paz; como voleibolista
y como gimnasta, también tuvo una actuación muy destacada.
Al margen de ello, habrá que hacer referencia a su labor
de profesor de Educación Física. No fue de los profesores corrientes, fue
un pedagogo de las actividades musculares y de sus diversas especialidades
deportivas. Radicado por algún tiempo en el Beni, todavía tuvo la oportunidad
de ser entrenador de su seleccionado de básquet.
Se me ocurrió, no sé por qué, que seguía radicando en Beni; de haber
sabido que vivía en Santa Cruz hubiese procurado visitarlo. Hace unos días me
encontré con su aviso necrológico. Me pasó lo mismo que ya me había
sucedido con Víctor Agustín Ugarte, Julia Iriarte y Augusto
Camacho, todos ellos grandes deportistas y todos ellos objeto de
mi admiración; era mi intención verlos, en los días postreros de su
existencia, para expresarles en qué alto grado de mi estima estaban
situados. No lo hice, y siento todavía la pesadumbre de no haberlo hecho.
Lo mismo me pasó con Chembo; valen estas líneas como desahogo.
Oruro aportò siempre al futbol boliviano, don Vicente Arraya fué uno de ellos, y otro arquero de jerarquia nacional e iipal de la ciudad de Oruro fué Dn. Jesus Bermudez Torrez, cuyo nombre ostenta el principal stadium de la ciudad.
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