EL ORUREÑO VICENTE ARRAYA CASTRO, POPULARMENTE CONOCIDO COMO “LA FLECHA ANDINA” FUE UNO DE LOS MEJORES PORTEROS DE LA HISTORIA DEL FUTBOL BOLIVIANO

Por: Marcelo Ramos  / Historiador. / Este artículo fue publicado en el matutino Página Siete el 8 de 
abril de 2017. // Fotos 1) Vicente Arraya (izq.), uno de los mejores guardametas de la historia. 2) Cuando vestía la camiseta de The Strongest.

Desde sus inicios deportivos, el club The Strongest  contó con destacadas   figuras deportivas. En el 109 aniversario   de la institución corresponde homenajear a uno de  los ejemplares guardametas  que  pasó por sus filas.   Vicente Arraya nació en tierras orureñas y fue   uno de los más destacados porteros del balompié nacional e internacional.
Hablar de la  vida deportiva de Arraya es, sin duda, mostrar  gran parte  de  la rica  historia de los destacados arqueros  nacionales. Nació en la ciudad de Oruro el 25 de enero de 1922. Comenzó sus primeros pasos deportivos  a la edad de 15 años en la ciudad de Cochabamba. En esa tierra tropical defendió los colores de New Players. Durante 1937 jugó para el seleccionado cochabambino.
Unas semanas después, cuando aún defendía los colores  cochabambinos, realizó su primer partido internacional ante el plantel chileno de Colo Colo,  en esa oportunidad, ambos planteles  empataron a cuatro goles por lado. Al terminar el encuentro internacional, los  jugadores del  plantel visitante quedaron sorprendidos  por la capacidad y los pocos años que aparentaba  el juvenil arquero.
En ese singular año del 37, Atlético Alianza, representante paceño,  viajó a la ciudad del Tunari, para sostener algunos encuentros de confraternidad. La delegación paceña protagonizó valiosos encuentros de fútbol. Uno de ellos fue ante New Players, plantel en el que jugaba  Vicente Arraya. Por las admirables demostraciones en el campo de juego, los dirigentes deportivos paceños vieron por conveniente  contratar los servicios del excelente deportista. Escasos meses después,  Atlético Alianza, mediante una invitación de  los directivos chilenos, viajaron al puerto de Antofagasta. Por entonces el plantel paceño  tenía  un gran prestigió  a nivel nacional.
En uno de los encuentros, Alianza  ganó al Colo Colo por  2-1. Para la gira internacional, los jugadores de la representación paceña fueron sometidos a un severo entrenamiento a cargo del director técnico Jacobo Waisman. El seleccionado  de  Antofagasta empató  el partido faltando sólo 10 minutos para su conclusión. El plantel chileno presionó desde el inicio del lance, aunque sus ataques no lograron su objetivo. La notable labor cumplida por el guardameta  Arraya resaltó en el campo de juego.
Tras esas presentaciones destacadas, el joven deportista fue convocado al seleccionado nacional que participó por primera vez en los primeros Juegos Deportivos Bolivarianos de 1938, competición deportiva que se llevó a cabo en la ciudad de Bogotá, Colombia.
En  dicha oportunidad se hizo cargo de la dirección técnica el árbitro y entrenador Julio Borrelli. El reconocido DT formó dos equipos, de los  cuales  se eligió a los más destacados jugadores del país. Arraya se  destacó en Bogotá. Se hizo popular en la afición deportiva por sus lúcidas y destacadas intervenciones. Su actuación ha sido brillante, comentaron    los matutinos de prensa colombianos.

Luego de esa participación internacional se reinició el torneo local. Dirigentes  del club The Strongest decidieron contratar los servicios de algunos jugadores, entre ellos estaba  Arraya. 
El debut de Arraya con la divisa aurinegra fue ante Ferroviario, al cual consiguieron  vencer por el marcador de 4-3.
Superando  las adversidades y con la disponibilidad positiva, el renombrado guardameta demostró el liderazgo  en el campo de juego.  Así, por ejemplo, en septiembre de 1941, The Strongest prestigió al fútbol boliviano al vencer a Santiago Wanders de Valparaíso por la diferencia de cuatro goles a cero.  En esa tarde memorable, Arraya fue la "muralla” donde se estrellaron todos los intentos de remate. Los periodistas en ese momento compararon esas intervenciones  con los que protagonizaba  otro destacado arquero orureño, el inolvidable Jesús Bermúdez; que en otros  tiempos también se lo consideró  como el mejor guardameta de Bolivia.
En el siguiente encuentro internacional, Arraya demostró una vez más  su fortaleza atlética,  nada menos ante Independiente de Buenos Aires. El plantel argentino vino con sus máximas estrellas, entre ellos Toledo, Vicente de las Mata, Antonio Sastre, Arsenio Érico, Martínez, entre los más renombrados jugadores.
The Strongest, al mando de su arquero y capitán, ganó el encuentro por tres  goles a uno. El triunfo una vez más enalteció el prestigio del fútbol nacional,  el resultado produjo  valiosos comentarios de las radiodifusoras peruanas y argentinas. En esa página deportiva, el guardameta nacional se destacó nuevamente.
Poco después  de ese partido trascendental, se conoció por los medios escritos  el interés del propio Independiente de la Argentina  por contar con los servicios del capitán stronguista. Sin embargo, el distanciamiento entre dirigente de ambas instituciones perjudicaron las negociaciones.  Estas divergencias no desanimaron al  consagrado guardameta, más al contrario siguió mostrando en cada partido su destreza y perseverancia.
Pocos años después, exactamente en febrero de 1944, visitó nuevamente un plantel argentino.
Atlanta,  de Buenos Aires, llegó a territorio boliviano. Directivos de la misma institución vieron las formidables  intervenciones realizadas por  Arraya. Acordaron entonces convenir el contrato con los dirigentes deportivos. El acuerdo fue firmado en la ciudad de La Paz  entre el señor Slinin, representante de Atlanta, y el portero boliviano.  
Con un toque de nostalgia, Arraya fue cariñosamente despedido  en los predios de la Estación Central, estuvieron presentes dirigentes deportivos, amigos,  admiradores y simpatizantes. La hinchada de The Strongest, portando una emblemática bandera rodeó al futuro embajador deportista;  flores y papel picado dieron animación a la despedida.  Finalmente, una banda de música  entonó melodías populares  que impresionaron a la concurrencia. 
En territorio argentino, al cumplir los partidos en la reserva, llegó el momento de su debut, hizo inmediatamente olvidar al magnífico arquero Castelli. Sus destacadas  atajadas le hicieron ganar por méritos propios el puesto de titular. Demostró ante los equipos de  Newells Old Boyd, Velez Sarsfield  e Independiente tener la misma o mejor capacidad  de los excelentes guardametas  del extranjero. El guardameta boliviano  actuó en Argentina durante 1944 y 1945.
De regreso al país se incorporó a Ferroviario de La Paz, club al cual defendió  hasta  un poco más  de   1950. Pocos años después, en octubre de 1953,  Arraya y Alberto  Achá recibieron un póstumo homenaje de admiración de parte de la Asociación de Fútbol de La Paz. Esta iniciativa fue  sugerida por  el club Litoral. 
"Las principales autoridades del fútbol local estuvieron presentes en el homenaje ofrecido a los dos deportistas  que llegaron a ser ídolos  en el concierto deportivo  de la patria. Sus demostraciones en las canchas nacionales y extranjeras fueron, sin duda, el rico historial futbolístico  de Bolivia. Una de las páginas más extraordinarias y notables”, dice la crónica de un diario de la época.

SU APORTE EN LA ÉPOCA

En el combinado nacional comenzó su trayectoria deportiva internacional en 1938.
Posteriormente,  en 1945, vistió la casaca nacional, en ocasión de realizarse el Campeonato Sudamericano, torneo que se llevó a cabo en Santiago de Chile. Al año siguiente, nuevamente se hizo presente en el Campeonato Sudamericano extraordinario, efectuado en Buenos Aires.
Integró nuevamente el seleccionado nacional en 1947. Asistió en el XX Certamen Sudamericano  en Ecuador. Su última participación con la casaca nacional fue en 1949, en la ciudad de Sao Paulo  y Río de Janeiro. En la mencionada competencia,  Arraya se destacó brillantemente.
Aportó íntegramente  a la Selección boliviana a lo largo de 14 años, tiempo en el cual confirmó sus dotes excepcionales, evitando en muchas ocasiones tremendas goleadas. Sus famosas voladas  en el pórtico  le dieron el nombre de la Flecha Andina.

FUE DIRECTOR TÉCNICO

A comienzos  de 1959, Arraya fue ayudante de campo del estratega argentino  Gregorio Esperan, que dirigió al combinado nacional en el Sudamericano efectuado en Buenos Aires. Al desvincularse el argentino, antes de comenzar el torneo, asumió la dirección técnica Arraya.
Como un acto de curación, salvo la crisis  que se había producido.
Dos años después, en agosto de 1961, dirigió al plantel paceño de Always Ready. Juntamente realizaron  una gira internacional  por varios países europeos.
La campaña de Always  fue meritoria  porque en 100 días  su equipo  jugó 27 partidos, ganó cuatro, empató cinco y perdió 18.
Retirado de la actividad deportiva, Arraya radicó en Santa Cruz de la Sierra, donde desempeñó funciones en una entidad pública y simultáneamente  incursionó en el cometario deportivo, transmitiendo sus experiencia futbolística adquiridas a través de largos años de trabajo.
"Sin poderse recuperar de una grave enfermedad,  Arraya Castro dejó de existir ayer por la tarde en una de las clínicas  de la ciudad de Santa Cruz. A los 70 años dejó de existir una de las legendarias figuras del fútbol boliviano”, informó un periódico paceño en los años 90 del siglo anterior. 
Así fue Vicente Arraya. Demostró ser uno de los  guardametas más destacados antes de la década de los  50. Por su personalidad y su profesionalismo  se encuentra entre las figuras deportivas del fútbol boliviano. Ganó con méritos propios el lugar que le corresponde.

INFORMACIÓN ADICIONAL

En vida el orureño Arraya se casó con la Sra. Daisy Arauz Cuellar, con la cual tuvieron 4 hijos; Fernando, Mercedes, Juan y Patricia.
El considerado mejor portero boliviano de todos los tiempos Vicente Arraya falleció exactamente el 21 de noviembre de 1992.

‘CHEMBO’, EN LA CIMA DEL RECUERDO


Por: Juan Enrique Coronel Quiroga, es aficionado al fútbol, quien conoció de cerca a varios futbolistas y deportistas de antaño. / Artículo publicado en La Razón el 7 de marzo de 2016. // Foto: Eduardo Gutiérrez y Vicente Arraya, una histórica foto de dos grandes arqueros de la selección nacional. Foto: Jorge Eduardo Coronel Quiroga.

Transcurría febrero de 1949, era el sexto mes de una inusual vacación escolar final; el año anterior solo se impartió clases hasta agosto por haberse desatado una epidemia de no sé qué y, por añadidura, las labores educativas que hasta entonces siempre habían comenzado en enero, tuvieron su inicio postergado —tampoco recuerdo por qué— hasta  marzo.
Pues bien, la circunstancia no podía menos que causarnos alborozo a mi hermano Jorge Eduardo, al que le tocaba cursar tercer grado de secundaria y a mí, que me correspondía hacerlo en 6º de primaria en el Colegio Nacional Bolívar y en la escuela Juan Crisóstomo Carrillo, respectivamente, ambos, naturalmente, establecimientos fiscales.  
Como digo, nos causaba felicidad porque entre otras cosas se había anunciado que la preselección del equipo boliviano que concurriría al Campeonato Sudamericano de Fútbol sería concentrada en el estadio Félix Capriles de Cochabamba. Ello nos daría la oportunidad de conocer personalmente a jugadores a los que, en su gran mayoría, nunca habíamos visto. De tal forma, decidimos —y así lo hicimos— asistir a todos los entrenamientos y a la vida diaria de los deportistas que serían convocados y, además, utilizando una modesta Kodak 127, tomar todas las fotografías que pudiésemos de los players.
Recuerdo perfectamente el primer día de las prácticas de la preselección. Fueron convocados 33 jugadores, tres por cada puesto del equipo, pero el primer día solo se presentaron 15 para ponerse a las órdenes del director técnico y preparador físico Félix Deheza, y entre los 15 no había llegado ningún arquero; como se necesitaba por lo menos uno para las prácticas se integró, provisionalmente, el adolescente Wálter Ríos Gamboa y a veces, mi mismo hermano quien, a los 14 años recién cumplidos, era ya un guardameta de primera clase.
Por fin llegaron los tres arqueros convocados: Vicente Arraya, Eduardo Chembo Gutiérrez y un orureño de apellido Viracochea. Golero como era mi hermano quiso, en primer término, tomar la fotografía de los tres; logró sacar individualmente la de cada uno de ellos, pero su intención era hacer que los tres posaran juntos; no pudo lograrlo; sin embargo pudo reunir en una placa a Arraya y a Gutiérrez.
A pesar de que éste es un recordatorio para Chembo, no puedo menos que nombrar a otros grandes jugadores con los que entonces hice amistad: Alberto Achá, José Bustamante, Armando Delgadillo, René Cabrera, Humberto Montaño, Antonio Valencia, Leonardo Ferrel, Zenón González, Víctor Agustín Ugarte, Mario Mena, Nemesio Rojas, Benigno Gutiérrez, Celestino Algarañaz, Benedicto Godoy, Benjamín y Joaquín Maldonado. De todos ellos teníamos guardadas innumerables tomas fotográficas que, lamentablemente, con el pasar del tiempo se fueron perdiendo. Era un valiosísimo material gráfico.
Había entre los jugadores concentrados mucha camaradería, cordialidad y buen humor. Estaba de moda en ese entonces una canción que decía: “¡Yo nací con mi pata gambaa, y es por eso que camino así! pero camina como chencha a lo gambaa”. Chembo tenía las extremidades inferiores arqueadas, era lo que, en idioma quechua, se denomina “arcuchaki”; con ánimo irónico, los compañeros de Gutiérrez cambiaron la letra de la canción: “¡Yo nací con mi pata cambá, y es por eso que camino así! pero camina como Chembo, a lo cambá”.
Permítaseme un recuerdo muy particular: la atención alimentaria de los jugadores concentrados estaba a cargo de una señora beniana, concesionaria del restaurante que existía a un costado de la laguna Cuéllar, paradisiaco lugar con frondosos sauces bordeaban el espejo de agua, a un paso del estadio.
Esta señora tenía una bella hija adolescente a la que su madre llamaba Madrecita, que despertaba la codicia lúbrica de los jugadores, pero sus pretensiones no pasaron de ser mentales; esta bella adolescente actualmente ya en la cuarta edad tiene el nombre de Graciela Hurtado, y por matrimonio Camponovo, y todavía vive en Santa Cruz. Pero había otras adolescentes que iban atraídas por los jugadores,  entre ellas recuerdo a Blanca Rivadeneira y a Mery Ríos Green, hermosas muchachitas, muertas prematuramente.
Chembo Gutiérrez ya había sido parte del seleccionado nacional, como arquero suplente de Vicente Arraya, en el campeonato sudamericano celebrado, a fines de 1947, en Guayaquil; fue el primer jugador cruceño en integrar un equipo boliviano. En 1949, lo acompañaron otros dos deportistas nacidos en tierra de Grigotá, Celestino Algarañaz y Nemesio Rojas. Fueron ellos los pioneros de lo que después se convertiría en una legión.
Chembo partió a Brasil, nuevamente, como suplente de Vicente Arraya; fue a éste al que le tocó la gloria de las primeras victorias bolivianas en un torneo continental, frente a Chile y Uruguay, ambas por un marcador de tres goles a dos; pero, al comenzar el segundo tiempo del cuarto partido de nuestros colores contra Ecuador, Eduardo asumió la portería por el resto del certamen y desde entonces hasta su retiro jamás dejó la titularidad de la defensa del marco nacional.
En tal condición, asistió al Campeonato Mundial de 1950, de ingrato recuerdo para nosotros, y al Campeonato Sudamericano de 1953, que se llevó a cabo en Lima. Fue en este último evento, en el partido inaugural, que nuestra selección, un inolvidable 22 de febrero, venció a la de Perú, anfitrión del torneo que había escogido como primera presa fácil al equipo boliviano. Gutiérrez, conjuntamente con Ramón Guillermo Santos y Víctor Agustín Ugarte, fueron los artífices de la hazaña.
Chembo fue un deportista múltiple, no solo destacó como futbolista sino que su talento deportivo abarcó también otras disciplinas: como basquetbolista integró el equipo de  Gimnasia y Esgrima que representaba al Instituto Nacional Superior de Educación Física; allí coincidió, casualmente, con otros dos jugadores que, con el pasar del tiempo, también defendieron el pórtico del seleccionado nacional de fútbol: Eustaquio Ortuño e Isaac Álvarez. Como atleta fue parte de la representación boliviana en el V Campeonato Sudamericano Extraordinario, celebrado en octubre de 1948 en La Paz; como voleibolista y como gimnasta, también tuvo una actuación muy destacada.  
Al margen de ello, habrá que hacer referencia a su labor de profesor de Educación Física. No fue de los profesores corrientes, fue un pedagogo de las actividades musculares y de sus diversas especialidades deportivas. Radicado por algún tiempo en el Beni, todavía tuvo la oportunidad de ser entrenador de su seleccionado de básquet.
Se me ocurrió, no sé por qué, que seguía radicando en Beni; de haber sabido que vivía en Santa Cruz hubiese procurado visitarlo. Hace unos días me encontré con su aviso necrológico. Me pasó lo mismo que ya me había sucedido con Víctor Agustín Ugarte, Julia Iriarte y Augusto Camacho, todos ellos grandes deportistas y todos ellos objeto de mi admiración; era mi intención verlos, en los días postreros de su existencia, para expresarles en qué alto grado de mi estima estaban situados. No lo hice, y siento todavía la pesadumbre de no haberlo hecho. Lo mismo me pasó con Chembo; valen estas líneas como desahogo.

1 comentario:

  1. Oruro aportò siempre al futbol boliviano, don Vicente Arraya fué uno de ellos, y otro arquero de jerarquia nacional e iipal de la ciudad de Oruro fué Dn. Jesus Bermudez Torrez, cuyo nombre ostenta el principal stadium de la ciudad.

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