LEYENDA DEL ORIGEN DEL SAJAMA



Por: Antonio Paredes Candía / www.educa.com.bo
El viajero que cruza la sabana desértica, silenciosa, desnuda de vegetación y observa al soledoso titán de forma cónica, que se yergue en medio de una ventisca helada, meditativo se pregunta:
— Qué hace coloso tan impresionante al centro de este inhóspito paisaje?
— Así existirá hasta el fin de los siglos por castigo de Wiracocha, dios de dioses; él lo ha mandado y su mandato es eterno...
Fueron lapsos cíclicos que vivía entonces el universo, en los que el hombre, estupefacto observaba que los dioses lidiaran en el cielo, o metamorfoseando en monstruosas montañas se asentaran sobre la tierra.
La leyenda señala a tres titanes, hijos de Wiracocha, de protagonistas en la gesta: Illimani, el resplandeciente; Mururata, el descabezado y Sajama, el solitario.
Un día inmémore, el joven Mururata, queriendo emular la gallardía, el vigor, la valentía del sereno Illimani, quien para Wiracocha, era su hijo predilecto, le desafió con un alarido que repercutió en el infinito, quebrando montes, provocando cataclismo y formando simas tan profundas que aún el mismo dios del viento, no se atrevía a ingresar.
Illimani, titán entre los titanes, al escuchar el reto lo re-chazó, con gesto irónico.
El joven Mururata, jactancioso gritó al universo que Illimani era un pusilánime, un cobarde, echándole en cara que ocupaba inmerecidamente el sitio de los titanes que formaban la comunidad de los Antis.
Illimani trató de ser persuasivo, pero más fuerte era la euforia de Mururata que aguijoneada por la envidia y sin mayores dilaciones se dispuso a la lucha.
Wiracocha que observaba la escena, llamó a Illimani y entregándole un proyectil áureo, le recomendó:
— Arma tu honda con este proyectil, mi amable hijo Illimani, y arroja a la cabeza de Mururata. Pero hazlo pronto, antes que la luz de nuestro padre Inti se haga en la tierra.
Y cuando el joven Mururata se desesperaba para iniciar el combate, sintió venir un proyectil tan inmenso y vertiginoso que no le dio tiempo para hacerse a un lado. El impacto lo recibió en pleno rostro y como si se desgajara una parte del mundo, voló su cabeza hacia lejanas tierras, mientras una voz como huracán enfurecido, le gritaba:
— ¡Sarjam!... ¡Sarjamü!... que en lengua aimará quiere decir ¡¡Ándate!!... ¡¡Ándate!!!...
Este es el origen de ese cerro inmenso,   elevado, que hoy conocemos con el nombre de Sajama.


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