Estela ITWU, Deidad bicéfala procedente de la zona de Itos (metátesis de tiws) (Oruro) trabajada sobre cal hidráulica (Katawi o quluqulu katawi, en lengua aimara), claramente representativa, a partir de la parte superior, del Twuintatila, de los uru, o posterior Tunupa de los aymaras (A. Posnansky, Antropología..., 1937, p. 91), imagen, ésta, encaramada sobre la inferior del waraqu o diablo uru, o del Supay (aimaru-quichua). Al centro, se aprecia la figura del cervato (Tarujja o hurina). Clara es la diferencia de Tunupa, más próxima a caracteres de braquicéfala, leptorrhina y leptoprosopa, que la de los que corresponden a la faz del waraqu uru (parte inferior) con caracteres de mesorrhina y camaeprosopa. (R. Condarco)
Por: Ascanio J. Nava Rodríguez / Este articulo apareció publicado
en el periódico La Patria de Oruro el 5 de marzo
de 2011
Corresponde compartir
este fragmento del documento de postulación al reconocimiento que la Unesco, da
al Carnaval de Oruro, como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la
Humanidad, con un alto sentido de lealtad y reconocimiento sentido al Dr.
Ramiro J. Condarco Morales, con quien profundizamos este tema, que hoy por hoy,
lo exponen algunos interesados con algunos lapsus, que en objetivo nuestro, nos
ponen en riesgo sobre la base etnohistórica que ostentamos al justificar que la
Diablada, proviene de ritos propios y que el Carnaval se sostiene en profundas
bases religiosas y filosóficas, absolutamente originales, en este solar Oruro.
LA FESTIVIDAD DEL ITU (YTO) O DEL TIW (TÍO) EN LA
TRADICIÓN CALENDÁRICA HISPÁNICA (SIGLO XVI – XVII)
Estela ITWU, Deidad bicéfala procedente de la zona
de Itos (metátesis de tiws) (Oruro) trabajada sobre cal hidráulica (Katawi o
quluqulu katawi, en lengua aimara), claramente representativa, a partir de la
parte superior, del Twuintatila, de los uru, o posterior Tunupa de los aymaras
(A. Posnansky, Antropología..., 1937, p. 91), imagen, ésta, encaramada sobre la
inferior del waraqu o diablo uru, o del Supay (aimaru-quichua). Al centro, se
aprecia la figura del cervato (Tarujja o hurina). Clara es la diferencia de
Tunupa, más próxima a caracteres de braquicéfala, leptorrhina y leptoprosopa,
que la de los que corresponden a la faz del waraqu uru (parte inferior) con
caracteres de mesorrhina y camaeprosopa (R. Condarco).
La represión inquisitorial impuesta por algunas
órdenes religiosas solapadamente anti-lascasianas y antijesuíticas en nuestros
territorios hispano americanos, como la de los agustinos, impusieron hacia la
segunda mitad del siglo XVI una rigurosa vigilancia sobre las diversas
manifestaciones de la cultura espiritual de las poblaciones indígenas del
Continente y particularmente sobre nuestro territorio a partir de la doctrina
de la llamada extirpación de idolatrías que proscribía por "inmunda"
toda aquella de origen ‘indiano’ que pudiera restarles limosnas provenientes
del ahorro doméstico de los indígenas sometidos no tanto al trabajo
esclavizante de la mina o de la tierra que les era por tradición familiar, sino
al ilotismo del espíritu propio de su tradición cultural, por lo que mientras
aymaras y quechuas se sometían a la adopción del credo católico con servilismo
hipócrita, los urus, salvo rarísimas excepciones como el adolescente tullido
que a orillas del Titicaca cantara a la Virgen de Copacabana bellas alusiones
nativas, dedicadas a la esposa de Tunupa que sus congéneres urus llamaban
Tiwtantitu, la gran generalidad de los urus, reiteramos, huían de las
pestilentes túnicas de los agustinos para esconderse en totorales y alejarse en
sus navíos de totora como lo confiesan sacerdotes cultos como Joseph de Acosta
o Antonio de la Calancha, y allí en la soledad de islas y páramos, celebraban,
fieles a sus propias tradiciones y a su justo amor por la naturaleza, el culto
legado por sus mayores, como el culto al Tiw, el protector de abrigos rocosos
cuevas y socavones, amén de animales de caza como cervatos (tarucas y hurinas),
guanacos, aves acuáticas como las parihuanas cuyas valiosas plumas engalanaban
sus coronas rituales.
El Tiw era el dios de todo lo creado, y el
principal rito que se le ofrecía tenía lugar en el itwu, rincón sacro en que
habita el Tiw, donde se le brindaba sumisión, servicio y adoración.
En un principio, tal festividad se practicaba en
todas las zonas andinas que habían sido pobladas por los urus, herederos de los
huaris (wari) gigantescos, cuya aventajada talla debieron heredar de aquéllos
en menor proporción a la de sus legendarios abuelos cuyos restos adoraban hasta
en siglos históricos, según los propios cronicones escritos por gentes como
Antonio de la Calancha.
El ensillar el diablo a su mayor en jerarquía
sobre sus propios hombros, parece ser una rememoración de esa primordial y
culta raza extinguida.
De ahí, el nombre de "llama llama" que
la posterior lengua aymara consagró irónicamente a la danza de los urus
disfrazados de diablos, y a los propios niños que solían imitarlos en momentos
de explicable necesidad de expansión lúdica. Actitudes observadas y registradas
por L. Bertonio.
Lo importante de todo, para nosotros, consiste en
que si bien los urus practicaron el rito del Ytu a lo largo de toda la zona
andina, particularmente a lo largo de la centro andina; el centro ritual de
adoración desde sus orígenes hasta sus intermitentes horas crepusculares, fue
la ciudad de Oruro, y no otro.
Esto es explicable por una razón de innegable
índole histórica: Oruro fue la primera ciudad pre-protohistórica antes que
Tiwanaku y del que es actual territorio boliviano, y una de las más antiguas
del mundo andino. Contemporánea de Nasca y de Wari (Perú).
El ciervo andino o la caza del mismo fue uno de
los vínculos que hermanó a los urus del lago meridional andino con las gentes
del Chaco, hecho que se constata por las comprobadas relaciones entre los urus
históricos conocidos por A. Posnnasky con los tobas de Tarija.
Tales relaciones ocurren, en tiempos históricos, a
través de la cuenca del Río Pilcomayo, pues las nacientes de ésta se encuentran
en el Oruro sur oriental, a la altura de k’ulta.
El hecho concerniente a relaciones de intercambio
pre -protohistórico entre ambas etnias se comprueba a través de la sugestiva
relación de parentesco existente entre toponimias de ambos departamentos (Oruro
y Tarija), toponimias alusivas a la común presencia de ciervos en ambas zonas,
dado que mientras Tarija es la única región cuya toponimia alude al ciervo
andino: la Taruga, Oruro, sugiere por su parte, que el nuestro es el único
departamento con considerable número de toponimias de la misma índole como por
ejemplo las siguientes:
Taruga. Estancia situada en el cantón de
Quillacas: Antigua provincia de Paria, Oruro. Posterior Abaroa.
Tarucachi. Carangas. Núcleo escolar. Oruro.
Taruco puaña. Cerro de estaño en el antiguo cantón
Poopó de la provincia de Paria, Oruro (Diccionario Geográfico de Oruro de P.A.
Blanco de 1904).
Tarucapata, Tarucawatana, Tarucachi. Pertenecieron
al Oruro geográfico hasta en épocas hispánicas dado que Arque hasta Capinota
eran parte del Jatun Paria.
Hay que hacer notar, además, que no existen dichas
toponimias en el departamento de La Paz, pues no las registra el Diccionario
Geográfico de La Paz de MI.V. Ballivián y E. Idiaquez de 1890, excepción hecha
de un Tarucollo de Pacajes, registrado por el Diccionario toponomástico de
Lisandro Condarco Sierra, (p. 291).
Con ser La Paz en gran parte correspondiente a su
zona meridional, un territorio altiplánico y fluvio–lacustre similar a Oruro,
dichas toponimias no han subsistido allí.
Para comprender este hecho es necesario saber que
la taruca vive entre los 3.500 y 4.200 metros sobre el nivel del mar desde la
línea del Ecuador hasta el N. De Chile. Transitaba en pequeñas manadas por
llanuras y altipampas, no sin acogerse al frío paisaje de nevados en los que
acababa por morar bajo el techo de abrigos rocosos, concavidades, antros,
grutas o socavones naturales capaces de satisfacer el instinto grupario del
rebaño.
El paisaje o los paisajes preferidos por la
taruca, el ciervo andino por excelencia, fueron, por ello, el altiplano de
Oruro, y las regiones serranas de Tarija.
De ahí el por qué twuas (tobas) y urus hermanaron
a lo largo del tiempo, compartiendo en la capital de la antigua confederación
tribal de unos y otros (Oruro) sus festividades ancestrales.
Algo similar ocurrió entre los urus de Oruro y los
chunchus del Antisuyu extendidos, estos últimos, entre los 14 y 18 grados de
latitud sur en las bajas regiones subandinas del imperio incaico, cuyos
orgullosos reyezuelos del Cusco, no admitió a éstos (a los Chunchus) como
súbditos.
En la misma condición se encontraron la mayor
parte de los urus cazadores y pescadores.
Todo esto explica la presencia tobas y chunchus en
el tradicional conjunto de las ancestrales festividades de los antiguos urus de
Oruro.
CONSTRUCCIÓN CONCEPTUAL
Decir que el Carnaval de Ouro, que ostenta el
título de "Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la
Humanidad", se encuentra encarnada en la adoración al dios del bien y del
mal: El Tiw, protector de los urus en minas, lagos y ríos. En el caso de Oruro
o de Hururu, es el dueño de las grutas, cavernas y abrigos rocosos. Los urus lo
recuerdan y adoran con la danza de los diablos cuyo principal personaje es el
propio Tiw, dicha concepción que se españolizó en la expresión de tío, derivó
en el mito del diablo perfectible, que arrepentido de sus pecados se hizo
devoto de la Virgen, por lo que la tradición uru, hoy orureña adoptó la figura
del cornúpeto nativo para personificarlo, el que junto a otras figuras se
reúnen para desfilar en comparsas por las calles hasta llegar ante la Virgen
del Socavón, y expiar sus pecados.
Aunque el proceso creativo cultural intangible se
da a lo largo del año, el momento de su expresión más genuina es en ocasión de
las fechas variables del Carnaval, una vez por año, comprendida entre los meses
de febrero y marzo, sin descontar la versión meridional de Villa Esperanza o
Agua de Castilla, para cuya zona (sud), el rito se transfiere una semana
después de carnaval, genuina muestra de la vieja tradición originaria
subsistente.
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