MISIONERAS CRUZADAS DE LA IGLESIA, LA CONGREGACIÓN RELIGIOSA QUE NACIÓ EN ORURO

Foto: Nazaria Ignacia // Por: Roger Milton Frontanilla Ch. – Periodista / La Patria de Oruro, 1 de Noviembre de 2017.

El reloj marcaba las 18:13 horas, el sol pretendía ocultarse y la luna tenía ganas de salir; en el centro de la ciudad de Oruro, las mujeres vestidas de falda, sombreros de fieltro y abrigadas con una mantilla se paseaban del brazo de sus esposos o prometidos, quienes para hacer la dupla perfecta vestían de frac y sombrero, todo parecía ser perfecto en esa tarde de abril, hasta que la tranquilidad del momento fue interrumpida por efusivos gritos de dos mujeres, quienes al calor del alcohol se disponían a armar pleito en vía pública.
"Seguro son las mujeres del beaterio", decía la muchedumbre que veía el bochornoso acto, y tenían razón, eran dos de las 12 mujeres que vivían en recogimiento en el beaterio ubicado en las arterias que hoy conocemos como la calle Soria Galvarro, entre Sucre y Murguía. Varios espectáculos como ese habrían propiciado en los últimos tiempos. Los vecinos del sector no lo pensaron dos veces y fueron en comitiva a sentar queja ante el Obispo de la Diócesis de Oruro, Abel Antezana, a quien le pidieron tomar cartas en el asunto para que reine la compostura y el orden en ese espacio que le pertenecía a la iglesia desde la Colonia.
Una infraestructura deprimente, una fachada de adobe, en el interior algunas habitaciones en mal estado, pues no había presupuesto para poderla mantener en buenas condiciones; pero no todo era negativo, en su interior yacía la imagen de Cristo Nazareno; varias fueron las intenciones de buscar mejoras y poner alto a la chacota que se estaba originando ahí dentro.
Quién diría que aquella monjita española de 23 años, hermana de los Ancianos Desamparados, de estatura mediana, tirando a pequeña, de cara redonda, ojos cafés, boca pequeña, nariz proporcionada y fina, que llegó a Oruro en 1912, sería la indicada.
Dicharachera, activa, inquieta por ayudar, y con un amor grande a Cristo y a los más necesitados, así era Nazaria Ignacia March Mesa, quien para la época era toda una revolucionaria, y en uno de los muchos afanes en el que caminaba, en 1920, decide acompañar a ese espacio que tanto estaba dando de qué hablar, a las hermanas de otra congregación que tenían la intención de fundar una casa de acogida. 
En los siete años de estadía, fue la primera vez que ella entró a la capilla del beaterio, la primera impresión no fue buena y en el susto sintió que todo se desvanecía, y en ese momento la imagen del Cristo Nazareno que cargaba en su espalda la cruz, le dijo que ella sería la fundadora de una nueva congregación y que ese lugar sería su primer convento, como pudo, se puso de pie y salió corriendo del lugar pues creyó que era una tentación del demonio.
Ya una vez en el lugar donde residía y ayudaba a los ancianos necesitados, recordó que el Cristo de la imagen que vio era el mismo que le habló a sus nueve años, en la víspera de su primera comunión, diciéndoles una y otra vez "Nazaria, Tú sígueme".
Tanto el Nuncio de la Iglesia, Monseñor Felipe Cortesi, como el primer Obispo de Oruro Abel Antezana, vieron esa actitud inquieta de Nazaria, y con la excusa de reformar el beaterio, la sacaron del asilo de ancianos desamparados, pero de fondo la intención era la creación de una nueva congregación que ayude a difundir la palabra de Dios por medio de la Iglesia Católica, ya que en la época la proliferación de iglesias locales era masiva.
El calendario marcaba el 16 de junio de 1925, y ella se instalaba en ese espacio deprimente que albergaba el beaterio con 12 mujeres, sin comodidad alguna tenía un cuartucho que, a duras penas, conservaba el marco de las ventanas y una puerta que, por las inclemencias del tiempo, estaba a punto de partirse en dos, el sufrimiento que sintió fue momentáneo pues sus ganas pudieron más, al mes siguiente presentó un plan, al Obispo, en el que mencionaba que el beaterio sería un sitio de acogida a hijas huérfanas de mineros, pues ya se contaba con 40 beneficiarias, más las 12 mujeres. 
La condición inicial para la fundación de las Misioneras de la Cruzada Pontificia, era que a los seis meses debería tener nueve compañeras más, pero lo consiguió en la mitad de ese tiempo.
No todo fue tan fácil como parece, pues no existían los recursos económicos ni para la reconstrucción del desolado lugar, ni para dar de comer a las que vivían ahí, solamente el milagro del Señor proveía de lo necesario.
La incredulidad de la gente no se dejó esperar y la desconfianza empezó a surgir, pues se había regado una información indicando que para mantener ese lugar, Nazaria Ignacia estaba vendiendo algunos artículos de la capilla, aspecto que motivó a que la gente crédula a chismes pero incrédula a los milagros de Dios, intenten causar daño a su integridad; pero la amenaza no solo era en la calle, una mañana cuando se disponían a desayunar, una de las 12 mujeres intentó envenenarla, aspecto que se frustró porque una de sus más cercanas colaboradoras se dio cuenta a tiempo.
Es en base a esas anécdotas que se crea la Congregación de Misioneras Cruzadas de la Iglesia en Oruro, y empiezan una serie de acciones en apoyo a los necesitados, extendiéndose posteriormente a otros departamentos del país y luego al extranjero, hoy en día los restos de Nazaria Ignacia yacen intactos en la Casa de la Congregación, esperando ser la primera Santa de Bolivia. 

FUENTE:


Hermana Superiora Jaqueline Romero, responsable de la casa de las "Misioneras Cruzadas de la Iglesia" en Oruro.
René Cueto, delegado episcopal de comunicación y cultura de la Diócesis de Oruro.

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